2 TIMOTEO 1: 5-7: “Me acuerdo de tu fe sincera, pues tú tienes la misma fe de la que primero estuvieron llenas tu abuela Loida y tu madre, Eunice, y sé que esa fe sigue firme en ti. Por esta razón, te recuerdo que avives el fuego del don espiritual que Dios te dio cuando te impuse mis manos. Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina.”
Uno de los asuntos que más preocupa el corazón de los padres es ¿qué le voy a dejar a mis hijos cuando me vaya? Son pocos los que, con sabiduría, dejan todas las cosas en orden aún antes de que llegue la enfermedad y estén ausentes para siempre de casa. Desafortunadamente, este es un sentir que, llega sólo hacia el final de los días o en la vejez, se enfoca más en lo material, ausente desde el inicio de la crianza y educación de los hijos. Podríamos decir que, nos preocupamos más por la herencia que por el legado.
La biblia nos enseña que, si desde una edad temprana sembramos la palabra de Dios en los niños, estos crecen con una fe firme, porque entienden que su identidad y propósito en la vida está en Dios, y qué él se encarga de dar dirección y las herramientas necesarias para afrontar cualquier circunstancia.
“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22: 6)
La fe que ha sido sembrada con la semilla de la palabra de Dios, arada con amor y ejemplo será una fe sincera y firme. Así sucedió con el joven Timoteo, desde niño su abuela y su madre fueron las encargadas de esta hermosa tarea. Su familia fue útil para el reino de Dios, tanto así que el apóstol Pablo da gracias por ellas, porque no en vano fue su trabajo cultivando la palabra de Dios en el corazón de este joven que llegó a ser colaborador de su ministerio y su acompañante en tiempos de angustia.
La responsabilidad de los padres creyentes es inculcar en sus hijos una profunda fe en Jesús, cimentada en la palabra de Dios. Esta tarea no sólo debe hacerse bajo la cobertura del amor, sino que debe ser acompañada por el ejemplo, por la coherencia entre lo que se dice y se hace (“tú tienes la misma fe de la que primero estuvieron llenas tu abuela Loida y tu madre, Eunice”). Ahora bien, si eres soltero puedes pensar, ¿esta reflexión cómo aplica para mí? Bueno, nosotros los solteros podemos tener la responsabilidad de cuidar los “Timoteos” que otros han levantado, de velar por el legado que otros con amor han mantenido. Pablo no sólo amó a Timoteo sino también a su familia, era consciente que su fe era el legado de su abuela y su madre, él lo cuidó, oró por él (“cuando te impuse mis manos”), porque fuera lleno del Espíritu Santo para su vida ministerial.
Por otro lado, también debemos pensar que nosotros somos los “Timoteos” que deben permanecer en la fe que otros han sembrado con amor en nosotros “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina.” Hoy más que nunca quizá, necesitamos entender que a pesar de toda la maldad que cubre la tierra, Dios no nos ha vestido con temor sino con valentía porque nos ha dado poder a través de Su Espíritu, que es Dios y es Todopoderoso, el mismo que le levantó de los muertos, ¿cómo no nos va a ayudar en nuestro andar?
Necesitamos de ese poder del Espíritu de Dios para permanecer y mostrar el amor ante toda circunstancia, y a todo aquel que en lo humano no se lo merece, pero por el que Jesús también dio su vida.
Necesitamos de ese poder del Espíritu de Dios para permanecer con AUTODISCIPLINA, es decir, por sí mismos, no con el pastor, el líder, familiar o el amigo rogándonos para asistir o conectarnos, porque esta palabra implica que NADIE nos obliga, sino que POR SÍ MISMOS somos disciplinados en nuestra relación de intimidad con el Señor, en la lectura y estudio de su palabra, para crecer en conocimiento y experiencia, entendiendo quienes somos, qué queremos, hacia dónde vamos y cómo debemos hacerlo. Necesitamos ser buenos administradores de la fe que otros han sembrado en nosotros y en otros. Amén.
2021 Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio
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