2 Timoteo 4:2-5 NVI: “Predica la palabra de Dios. Mantente preparado, sea o no el tiempo oportuno. Corrige, reprende y anima a tu gente con paciencia y buena enseñanza. Llegará el tiempo en que la gente no escuchará más la sólida y sana enseñanza. Seguirán sus propios deseos y buscarán maestros que les digan lo que sus oídos se mueren por oír. Rechazarán la verdad e irán tras los mitos. Pero tú debes mantener la mente clara en toda situación. No tengas miedo de sufrir por el Señor. Ocúpate en decirles a otros la Buena Noticia y lleva a cabo todo el ministerio que Dios te dio.”
A través de preguntas básicas para la comprensión de un texto podemos entender el propósito del encargo de Pablo, ¿cuándo, cómo y por qué debo predicar la palabra? Pues bien, debo hacerlo a tiempo y fuera de tiempo, es decir, cuando es y no favorable, persistir en hacerlo en todo momento. Corrigiendo, o redarguyendo, lo que significa enseñar a las personas a verse tal cual son en el espejo de la palabra; reprendiendo, cuando hay cosas que están fuera de lugar, que van en contra de la verdad de Cristo; y animando en la esperanza viva que tenemos en él, nuestro verdadero gozo. Esta enseñanza acompañada de dos ingredientes importantes: paciencia y buena enseñanza; es decir, con una actitud paciente y en cuanto al contenido, debe ser la verdad de Dios, sus obras, no la mía ni la de ningún hombre, sana doctrina, nada acomodado a lo que creo o pienso. Y la razón, porque llegaría (ha llegado) el tiempo en el que las personas: “seguirán sus propios deseos y buscarán maestros que les digan lo que sus oídos se mueren por oír. Rechazarán la verdad e irán tras los mitos.
Estamos en tiempos peligrosos, no sólo porque las personas que no conocen a Cristo rechazan la palabra de Dios, sino porque también nosotros rechazamos cualquier mensaje o persona que quiere traer luz sobre nuestra cómoda mentira, sobre nuestra oscura condición. Hoy tenemos una advertencia.
Nuestra cómoda mentira. Cualquier cosa que alimenta y mantiene calientico el altar de nuestro ego, eso que nos hace sentir cómodos o conformes con la vida que llevamos, así la escritura diga que no le agrada a Dios o no me edifica. Es cualquier cosa que justifica mi forma pasada de vivir. Rechazamos la verdad cuando le hacemos el quite a cualquier cosa que nos confronta con ese pecado oculto, con el que hemos convivido por años y que ni siquiera delante del Señor hemos confesado porque no hemos querido verlo como lo que es, pecado. Hay cosas con las que estamos tan acostumbrados a vivir, que su “comodidad” nos hace pensar que cualquier mensaje que nos diga lo contrario y nos invite a cambiar es legalista o muy ortodoxo. La lista es demasiado extensa, pero pensemos, el chisme, la crítica, juzgar a otros bajo mi falsa espiritualidad, creerme superior o inferior a otros, llegar tarde a todo lugar (faltar a tu palabra), decir mentiras “chiquitas” para no hacerle daño a otros, ser tercos u obstinados, no enseñables, etc., etc.
Nuestra oscura condición. Cuando estamos convencidos de que tener una vida próspera económicamente y que no le “hace daño a nadie”, por eso estamos bien, por tanto, hacemos a un lado la verdad, para escuchar lo que es más agradable a nuestros oídos y nos rodeamos de lo que queremos escuchar.
Pensamos que esos “pecados graves” no los cometemos nosotros, porque somos fieles, no matamos a nadie, no tenemos tendencias lascivas, PERO, estamos engañados, porque si los cometemos. Somos infieles a Dios cuando ponemos por encima de él cualquier cosa, CUALQUIERA. Estamos acostumbrados a matar la verdad que nos hace libres porque no queremos soltar ese pecado que nos hace sentir bien, porque ahora hay que probarlo todo para conocer. Matamos las promesas de Dios cuando nuestro corazón está lleno de nosotros y con incredulidad decimos, eso no es para mí, no puede ser, entonces nos vamos tras los mitos, porque es más fácil creer en lo que nos dice un horóscopo o en un coach que en las palabras de Jesús.
Necesitamos abrazar la verdad y llevar a cabo el ministerio que Dios nos ha dado, porque solamente a través de ella seremos verdaderamente libres de todo lo que nos mantiene esclavos de nuestros deseos, de los estándares de este mundo y de cualquier iniquidad de nuestro pasado.
“Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.” (Juan 8:31-32)
2021 Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (KMR)
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