30 Piezas de Plata

30 Piezas de Plata

“Entonces uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Ellos le asignaron treinta piezas de plata. Desde entonces buscaba oportunidad para entregarlo.” (Mateo 26:14-16 RVR95)

Como buenos colombianos, estoy segura que en nuestra familia hemos escuchado no una, sino en varias oportunidades, el adagio popular que dice: “Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde.” Porque estamos acostumbrados a valorizar de manera errada las cosas intangibles de la vida y neciamente ponemos un alto precio sobre aquellas que son pasajeras y que según nuestro parecer son buenas. Ante esto la biblia nos aconseja:

“Mejor es adquirir sabiduría que oro fino, y adquirir inteligencia vale más que la plata.” (Proverbios 16:16)

Y es que desafortunadamente, en nuestro andar en la vida cristiana esto no funciona de manera diferente porque hay momentos en los que también ponemos un valor a nuestra fe, entendiendo ésta como todos aquellos principios y preceptos con los que edificamos nuestra vida en Cristo. Así como los sacerdotes le asignaron un valor al ofrecimiento de Judas, así también recibimos un “pago” a cambio de lo que erradamente estamos desvalorizando.

Judas Iscariote, uno de los doce de Jesús, desilusionado por no encontrar lo que él consideraba las condiciones necesarias del Mesías prometido, que según su ideología debía ser un hombre revolucionario, pero no con hechos de amor, sino levantando pugnas entre la sociedad con un discurso más “agresivo”, un hombre impetuoso, pero no para arrebatar almas y levantar al caído, sino para apoderarse del poder político de aquel entonces, un hombre dispuesto a pasar por encima de todo y no precisamente uno que estaba dispuesto a dar la vida por todos. Todos estos conflictos internos llevaron a Judas a ofrecer a su maestro, aquel con el que compartió 3 años de su vida, y quien le confió las finanzas de su ministerio.

Después de estar tan cerca de Jesús, Judas le puso precio a su fe porque era más valiosa su ideología y su visión del mundo que su llamado a cumplir su propósito junto a Jesús, sin duda un pensamiento susurrado al oído por el mismo Satanás. Y es que pueden pasar años caminando en el evangelio, asistiendo juiciosamente a la iglesia, sirviendo inclusive, pero estando lejos del corazón de Jesús, con una vida totalmente fría del calor de la presencia de Dios. Esa frialdad, nos hace menospreciar lo que hemos construido, y cedemos ante cualquier tentación que agilice el tiempo de la respuesta, que me brinde más fácilmente aquellas cosas que considero necesito, o que simplemente no me represente ningún sacrificio y que me haga las cosas más fáciles, desconociendo la verdadera voluntad de Dios, porque a veces se nos hace tan difícil hacer lo único que Dios nos pide: CREERLE.

Esto lo vemos continuamente en todos los creyentes, aquí nadie está exento, porque no se espera la pareja indicada (en lo sentimental o en los negocios) y entramos en yugo desigual, porque justificamos las relaciones íntimas antes del matrimonio, porque hemos tomado el camino fácil para apoderarnos de algo que no era nuestro, porque con nuestra boca hemos murmurado, levantado falso testimonio, en fin, mil ejemplos más de cómo hemos fallado todos. Judas aceptó el pago por algo que no tenía precio, “…vuestra fe, mucho más preciosa que el oro…” (1 Pedro 1:7). Tanto fue su remordimiento por entregar lo más valioso de su vida, Su Maestro, que luego las tiró y ahí quedó su pago.

Tiempo de Hablar con Dios: Padre, perdóname si he puesto un precio a mi fe, no quiero dar un paso atrás, porque cada paso que doy en Cristo no es en vano, así parezca que pierdo el tiempo, que no tiene sentido, que en el mundo hay cosas mejores que pasarla escuchando un sermón cada domingo, que leer este devocional, que trabajar para Tu obra, quiero guardarme y continuar. Tu que escudriñas el corazón, buen Dios y conoces todo de mí, líbrame del mal y de menospreciar mi caminar contigo, gracias porque en Ti ningún trabajo, ningún día vivido es en vano, Tu eres la razón y la inspiración de mi vivir. En el nombre de Jesús, amén.

2021 El Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (KMR)

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