“Lo único que le pido al SEÑOR –lo que más anhelo– es vivir en la casa del SEÑOR todos los días de mi vida, deleitándome en la perfección del SEÑOR y meditando dentro de su templo. Pues él me ocultará allí cuando vengan las dificultades; me esconderá en su santuario. Me pondrá en una roca alta donde nadie me alcanzará. Entonces mantendré mi cabeza en alto, por encima de los enemigos que me rodean. En su santuario ofreceré sacrificios con gritos de alegría, y con música cantaré y alabaré al SEÑOR.” (Salmos 27:4-6 NTV)
Recuerdo que hace muchos años en un congreso femenino, la alabanza fue dirigida por el ministerio de la iglesia Comunidad de Fe, unos pioneros poderosos en este ministerio en los años 90´s, en realidad recuerdo muy poco de los temas tratados, o la predicación que más me haya tocado, pero jamás olvidaré la ministración de la adoración, inclusive algunos pudimos escuchar ángeles cantar con nosotros durante ese tiempo, y recuerdo mi oración al Señor aquel día y fue: ¡No quiero que termine, no quiero salir, quiero quedarme aquí!
El anhelo del corazón de una mujer generalmente es casarse, el de un hombre quizá está dirigido más hacia lo material, el mejor carro, el más rápido, un trabajo bien remunerado y estable para comprarse lo mejor en tecnología, en fin, todos anhelos respetables porque hacen parte de sueños y cosas que llenan el alma de alegría. David, un hombre conforme al corazón de Dios nos enseña cuál debe ser el centro de nuestro anhelo.
Él dice: “lo único…” como en las películas cuando se encuentran al genio de la lámpara y este dice: “te concederé un deseo, ¡pide lo que quieras! David le está exponiendo al Señor su más grande anhelo, el deseo de su corazón y para nuestra sorpresa no fue: ¡quiero ser rey de Israel perpetuamente! O ¡quiero ser el más grande adorador de todos los tiempos! Y aunque él llegó a ser las dos cosas, su deseo reflejó quién era él y qué era lo más importante en su vida. David pidió algo tan sencillo y aunque totalmente alcanzable para todos hoy, quizá lo pidió porque no siempre es fácil ser constante. Porque siempre hay algo interno o externo que nos quiere alejar de permanecer en el lugar donde se encuentra nuestro verdadero deleite.
Algo más, David no dice quiero visitar, quiero permanecer por mucho tiempo, quiero ser el mejor huésped no, él quiere VIVIR, establecerse, quedarse allí en la presencia de Dios TODOS los días de su vida, deleitándose y meditando en una sola cosa: EL SEÑOR. Porque ni la que tenemos ni muchas más vidas nos alcanzarían para descubrir, entender y conocer la magnificencia y profundidad de Dios.
El resto de cosas vienen por añadidura, si estamos con El nada ni nadie podrá sacarnos de Su casa, pueden venir las pruebas, las dificultades, los enemigos más temibles, pero vivimos en Su casa, el no abrirá la puerta para que entren y nos hagan daño, El Señor nos esconderá y nos pondrá en un lugar donde nadie podrá alcanzarnos; así que nuestra única preocupación debe ser ÉL.
La esencia de la meditación de hoy es, ¿cuál es mi más grande anhelo? Es tan terrenal para desear lo efímero de este mundo y no lo celestial que es eterno y poderoso, lo que realmente nos hace felices y es contemplarle a diario. En la presencia de Dios no hay monotonía, no hay fatiga, no hay aburrimiento porque estaremos tan ocupados con El, que lo ocupa todo y por quien existe todo, que el resto no será nada al lado de nuestro más grande anhelo.
Tiempo de Hablar con Dios: Bendito Salvador, tu presencia, tu esencia, tu compañía es lo que queremos tener todos los días de nuestra vida, si estamos contigo lo tenemos todo, todas las demás cosas se hacen tan pequeñas y fugaces porque Tu puedes llenar todos nuestros vacíos, porque en Ti estamos completos y podemos ser realmente felices porque Tu eres nuestro deleite. Queremos que seas el centro de todos nuestros anhelos y más profundos deseos Señor, queremos en cada despertar y en cada anochecer decirte: ABBA Padre.
2021 Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (KMR)
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