A Quien Mucho se le Perdona, Mucho Ama
Lucas 7: 44-47 NVI: “Luego se volvió hacia la mujer y dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies, pero ella me ha bañado los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con aceite, pero ella me ungió los pies con perfume. Por esto te digo: si ella ha amado mucho, es que sus muchos pecados le han sido perdonados. Pero a quien poco se le perdona, poco ama”.

Este pasaje compara dos personas y su forma de relacionarse con Dios: el primero, Simón “el leproso”, a quien probablemente Jesús había sanado porque las normas de la época indicaban que no podían sentarse a la mesa de una persona que tuviera esta enfermedad, lo que significa que su corazón debería estar agradecido con Aquel que lo sanó y le dio una nueva oportunidad de vida.

La segunda persona es María, quien vierte un perfume de alabastro a los pies de Cristo, hermana de Lázaro, a quien Jesús había resucitado, dándole también una nueva oportunidad de vida. Dos personas aparentemente convertidas, pero sólo una de ellas realmente convencida.
A pesar de tener una buena actitud hacia Jesús, Él pudo ver lo que en realidad había en el corazón de Simón, incredulidad, soberbia e ingratitud; sus actuaciones no eran consecuentes con lo que su boca pronunciaba. Esto nos permite ver que, aunque estemos rodeados de un ambiente espiritual, y como Simón estar frente a Dios, pero lejos de tener una relación real y sincera con Él; podemos escuchar su palabra y estar de acuerdo con ella, pero no practicarla; podemos tener cambios externos que no se reflejan en nuestro hombre interior, sin fundamento.

Lo contrario sucede con María, quien se acerca con total reverencia a Cristo en un acto de entrega y adoración que aún hoy predicamos, no mirándose a sí misma sino a Jesús, con la fe suficiente para entender que en Él es imposible perderse. Jesús reconoce que su corazón está lleno de amor y gratitud cuando afirma: “si ella ha amado mucho, es que sus muchos pecados le han sido perdonados”; talvez era la más consciente del pecado y sus consecuencias, reconocía a su Salvador, porque reconocía su necesidad de ser salvada.

Recordar de dónde nos sacó Dios debería ser un acto permanente de nuestra vida, reconocer su obra en nosotros y dónde estaríamos si no fuera por su misericordia nos ayuda a dimensionar el valor de nuestra salvación y su pará que. Fuimos salvados para adorarlo, hacerlo es la respuesta natural, lo adoramos porque lo amamos, lo amamos porque Él nos amó primero y nos enseñó a amarlo, con Él conocimos el verdadero amor.

Hoy es un buen día para recocer que Jesús fue a la cruz por ti y por mí, y recibió el castigo que era para nosotros por pecar, esa es la mejor noticia que podemos recibir hoy y el motivo suficiente para responder con genuina adoración al Único Digno de serlo.

Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (GVO)

#MiMetaEsPerdonar

Leave a Reply

Your email address will not be published.