Este pasaje compara dos personas y su forma de relacionarse con Dios: el primero, Simón “el leproso”, a quien probablemente Jesús había sanado porque las normas de la época indicaban que no podían sentarse a la mesa de una persona que tuviera esta enfermedad, lo que significa que su corazón debería estar agradecido con Aquel que lo sanó y le dio una nueva oportunidad de vida.
La segunda persona es María, quien vierte un perfume de alabastro a los pies de Cristo, hermana de Lázaro, a quien Jesús había resucitado, dándole también una nueva oportunidad de vida. Dos personas aparentemente convertidas, pero sólo una de ellas realmente convencida.
A pesar de tener una buena actitud hacia Jesús, Él pudo ver lo que en realidad había en el corazón de Simón, incredulidad, soberbia e ingratitud; sus actuaciones no eran consecuentes con lo que su boca pronunciaba. Esto nos permite ver que, aunque estemos rodeados de un ambiente espiritual, y como Simón estar frente a Dios, pero lejos de tener una relación real y sincera con Él; podemos escuchar su palabra y estar de acuerdo con ella, pero no practicarla; podemos tener cambios externos que no se reflejan en nuestro hombre interior, sin fundamento.
Lo contrario sucede con María, quien se acerca con total reverencia a Cristo en un acto de entrega y adoración que aún hoy predicamos, no mirándose a sí misma sino a Jesús, con la fe suficiente para entender que en Él es imposible perderse. Jesús reconoce que su corazón está lleno de amor y gratitud cuando afirma: “si ella ha amado mucho, es que sus muchos pecados le han sido perdonados”; talvez era la más consciente del pecado y sus consecuencias, reconocía a su Salvador, porque reconocía su necesidad de ser salvada.
Recordar de dónde nos sacó Dios debería ser un acto permanente de nuestra vida, reconocer su obra en nosotros y dónde estaríamos si no fuera por su misericordia nos ayuda a dimensionar el valor de nuestra salvación y su pará que. Fuimos salvados para adorarlo, hacerlo es la respuesta natural, lo adoramos porque lo amamos, lo amamos porque Él nos amó primero y nos enseñó a amarlo, con Él conocimos el verdadero amor.
Hoy es un buen día para recocer que Jesús fue a la cruz por ti y por mí, y recibió el castigo que era para nosotros por pecar, esa es la mejor noticia que podemos recibir hoy y el motivo suficiente para responder con genuina adoración al Único Digno de serlo.
Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (GVO)
#MiMetaEsPerdonar
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