Salmos 95 según se cree en la tradición, era usado por los judíos en las fiestas, especialmente en la fiesta de los Tabernáculos. Posterior a la adoración, recordaban de dónde los había sacado Dios, su paso por el desierto y las promesas cumplidas. Este salmo nos da instrucciones claras sobre cómo podemos alabar. Venid, adorar, inclinarse, parecieran ser los pasos adecuados para hacerlo como una expresión física, pero también nos habla del lugar donde debe estar nuestro corazón a la hora de adorarle, y para ello nos recuerda dos actitudes en medio de la prueba desde donde definitivamente no debemos estar en el momento de buscarle y adorarle, Meriba y Masah.
Meriba, significa rencilla, fue el lugar que Moisés bautizó así porque los hijos de Israel murmuraron contra él cuando necesitaron agua, y él por indicación de Dios golpeó la roca de la cual fluyó agua en abundancia para todo el pueblo. Masah, significa prueba o proceso, y se refiere a la falta de fe o incredulidad de los israelitas.
Una vida de adoración tiene su corazón en el lugar adecuado: el de la gratitud por Aquel que lo ha dado todo, hasta su vida por una comunión eterna a su lado. Por eso los actos físicos se convierten en espirituales, cuando entendemos que a pesar de que el Señor escucha lo que sale de nuestra boca, Él sabe lo que hay en lo más profundo de nuestro corazón.
La instrucción de Id o venid (a manera de invitación), es una acción intencional de disposición a adorarle. Así mismo debe estar nuestro corazón, con la convicción y una actitud consciente de exaltación solo a Él por encima de todo.
Adorarlo es nuestro segundo paso, es aquí en donde reconocemos quien es Él y quienes somos nosotros, Él es el dueño de todo, el que todo lo puede, el que todo lo sabe y nos ama tanto, que usa nuestra debilidad para formar nuestro carácter parecido a Él.
Finalmente, el salmo nos invita claramente a postrarnos y arrodillarnos como señal de entrega. Nuestro corazón en este lugar da el brazo a torcer y entrega todo acto de rebeldía, de disputa del control, de desafío a su Amo, a nuestro Amo y Señor. Aquí entregamos nuestras armas y reconocemos nuestra necesidad de Él, para ser limpiados, rescatados, sanados, salvados por el Único que puede hacerlo.
Hoy es el día de pedirle al dueño de la promesa un corazón rendido a sus pies, un corazón adorador, un corazón agradecido para que nuestra vida sea un testimonio vivo de su amor y de la transformación que solo Él puede lograr, que algún día nuestros corazones latan en sintonía con Él y canten las notas de su buena, agradable y perfecta voluntad.
Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (GV)
#MimetaesAlabar
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