“Cuando cierta mujer de mala vida que vivía en la ciudad se enteró de que Jesús estaba comiendo allí, llevó un hermoso frasco de alabastro lleno de un costoso perfume. Llorando, se arrodilló detrás de él a sus pies. Sus lágrimas cayeron sobre los pies de Jesús, y ella los secó con sus cabellos. No cesaba de besarle los pies y les ponía perfume.” Lucas 7: 37-38 (NTV)
“lleno de un costoso perfume” …
El relato del apóstol Juan (Juan 12:3 RVR1960) nos describe el perfume como nardo puro. El aceite de nardo era un perfume extraordinariamente costoso, era extraído de una planta que crecía en la India, en la región de los montes Himalaya por encima de los 3.300 m, para obtener un litro era necesario prensar más de 100 kilos de nardo. Según la costumbre de esta época, el nardo se guardaba en un frasco de alabastro sellado y sólo se abría para ocasiones muy especiales o para la realeza ¡Ahora entendemos porqué esta mujer escogió un empaque tan hermoso para este valioso regalo! Sólo un corazón lleno de gratitud y amor puede desprenderse de un regalo de tan alto precio, un corazón de un(a) adorador(a).
La Adoración Extravagante nace en un corazón arrepentido, humilde y desbordante de un sincero amor. Cuando estamos dispuestos a entregar esta genuina adoración, somos como un aceite de olor fragante para nuestro Rey, un perfume que ha estado guardado desde que nacimos, y es conocido cuando nos encontramos con el único digno de recibir un regalo tan exquisito.
Es interesante ver que este aceite de nardo, viene de una planta que sólo crece en las grandes alturas, la Adoración extravagante viene de una comunión íntima, que dedica tiempo a su Señor y se remonta con El a las alturas, en medio de cualquier circunstancia “Él está por encima de las naciones; su gloria es más alta que los cielos. ¿Quién puede compararse con el Señor nuestro Dios, quien está entronizado en las alturas? (Salmos 113:4-5 NTV), cuando estamos dispuestos a llegar hasta el monte más alto para estar con ÉL, recibimos revelación y nuestra adoración trasciende y llega a ser un acto profético, María estaba ungiendo al Rey para su muerte (Mateo 26:12 NTV); fue tan fuerte su conexión con el mesías, que fue guiada por el Espíritu Santo a realizar un acto que no se iba a poder llevar a cabo por la resurrección de Jesús… pues aquel día “fueron a comprar especias para el entierro, a fin de ungir el cuerpo de Jesús… ¡No está aquí! ¡Ha resucitado! (Marcos 16:16 NTV).
Amado Rey, hoy quiero entrar a tu presencia para derramar mi perfume de adoración delante de Ti, ¡lo he guardado por tanto tiempo y ahora quiero entregártelo! Porque te pertenece a Ti, Mi Rey, Mi Salvador. No quiero pasar más días de mi vida sin rendirte adoración, sin entregarte lo que es tuyo, sin perfumar tu habitación con mi perfume, quiero que sea el olor más hermoso para Ti, el perfume más agradable que adorna tu presencia. ¡Te Amor Rey! Amén.
KPMR – Casa de Refugio
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