Juan 6:11 RVR95: “Tomó Jesús aquellos panes y, después de dar gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; de igual manera hizo con los pescados, dándoles cuanto querían.”
La palabra de Dios está llena de enseñanzas, cuando adquirimos el hábito de escudriñarla, en comunión con el Espíritu Santo, podemos recibir las perlas escondidas en cada palabra de nuestro Salvador.
El milagro de la multiplicación de los panes y los peces es uno de los relatos más conocidos de la Biblia, cuando decidí repasar este pasaje dirigida por una pastora amiga, encontré detalles en los que jamás había reflexionado y que hoy quiero compartir con ustedes, sobre lo que está llamado a hacer un cristiano cuando recibe una provisión.
- Los 4 evangelios relatan que, cuando Jesús se disponía a multiplicar los panes y los peces primero “miró al cielo”. Esta acción nos habla de reconocer de donde viene toda buena dádiva y quién es el que siempre provee. Nos habla de gratitud y de darle la honra y la primicia a Dios, que con misericordia nos ha mirado. Esto me llevó a cuestionarme si realmente ¿miramos al cielo y agradecemos cuando recibimos nuestra provisión?
- La segunda acción de Jesús fue inmediatamente bendecir el pan antes de consumirlo. El acto de bendecir conlleva un buen deseo sobre aquello que nos fue dado. La palabra bendecir viene del latín “benedicere”, hablar bien, también hace referencia a desear el bien a una persona; es decir, bendecir es desear lo bueno, la protección divina, el favor de Dios sobre algo o alguien. Hacerlo es encomendar eso que nos fue dado al Creador de todo, como muestra de dependencia y confianza en Él, pero también es pedirle que saque lo bueno de eso para nosotros.
- Jesús en este milagro usó las manos de sus discípulos para multiplicar la provisión. La palabra dice que los panes no se multiplicaron en las manos de Él sino en las manos de sus discípulos por intervención de Él. Lo que nos lleva a pensar que, cuando Dios nos provee de algo también lo puede multiplicar en nuestras manos. Entonces, ¿pedimos o permitimos que su provisión sea multiplicada para poder compartirla con los demás?
Estas acciones nos permiten reflexionar en lo que debería ser el orden natural cuando recibimos algo de nuestro Señor: Agradecer y darle la primicia, bendecir y pedir multiplicación para dar a los demás.
Recordar esta enseñanza nos llevará a reconocer siempre que de Dios es todo y de Él proviene todo para darle la primicia que se merece, a Él debemos encomendar lo que recibimos y lo que hacemos, y el por qué recibimos la provisión, que es por Su gracia y por amor a sus hijos, pero también porque Aquel que todo lo provee, también todo lo puede multiplicar para su obra y para bendecir a los demás.
“Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo necesario, abundéis para toda buena obra”. (2 de Corintios 9:8 RVR95)
Devocionales Refúgiate en Su Palabra – Casa de Refugio 2022
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