“Entonces me dijo: profetiza sobre estos huesos, y diles: «Huesos secos, oíd la palabra del Señor. Así dice el Señor Dios a estos huesos: «He aquí, haré entrar en vosotros espíritu, y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, haré crecer carne sobre vosotros, os cubriré de piel y pondré espíritu en vosotros, y viviréis; y sabréis que yo soy el Señor».” (Ezequiel 37:4-6 LBLA)
Estos versículos representan la escena de un valle de huesos secos resucitando ante los ojos espirituales del profeta Ezequiel. La visión comienza cuando Dios pone a Ezequiel en un valle lleno de huesos y le pregunta si pueden volver a la vida, a lo que Ezequiel responde que solo Dios lo sabe. Entonces, Dios le dice a Ezequiel que hable esta profecía sobre los huesos.
El termino hebreo Ruah puede ser traducido como ALIENTO, VIENTO o ESPÍRITU, de acuerdo al contexto.
Dios «sopló» Su propio «aliento» en la nariz del hombre, Dios es la fuente de la vida, y Él directamente puso la vida dentro del hombre. «Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente» (Génesis 2:7 RVR 1960). El hombre se convirtió en un ser viviente. La palabra ser en hebreo es “nephesh”, que significa «un ser animado, racional, consciente y vivo«. El hombre no se convirtió en un ser viviente hasta que Dios sopló vida en él. Como un ser físico, animado, racional y espiritual, el hombre es único entre todos los seres vivientes en la tierra. Este aliento vivificante se ve nuevamente en Juan 20:22 LBLA, cuando Jesús imparte nueva vida a sus discípulos: “Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.”
El aliento de vida es la vida y poder de Dios, dado al hombre para animarlo.
El valle de los huesos secos ha sido objeto de varias interpretaciones, entre ellas está que representan los lugares o niveles bajos de nuestra vida espiritual, mientras que las montañas son los lugares altos, estas representan los estados más elevados de nuestro espíritu conectado con el Espíritu de Dios.
Comparativamente, la mente natural es como un lugar bajo, un valle, y la mente espiritual es elevada, como una montaña. La vida humana comienza al nivel del valle y necesita recibir aliento de vida para ir en ascenso. En el valle, nuestro pensamiento natural ve las cosas tal como aparecen ante los sentidos naturales, pero en los niveles superiores, las cosas se ven como son, a la luz de la verdad espiritual.
Los huesos representan aquellas áreas muertas de nuestra vida, o que no hemos entregado al Señor. Un hueso no puede hacer nada en el camino de la acción, pero los músculos y nervios actúan sobre este. Sin embargo, el esqueleto ofrece un medio por el cual los músculos pueden hacer su trabajo. Entonces, nuestra vida natural, en sí misma, es fría y muerta, hasta que recibimos la verdad de Cristo y la atesoramos en el corazón. Está claro que Dios sopló aliento de vida en cada uno de nosotros porque tiene un presente y un futuro que ofrecer, más allá de nuestra vida natural para todas las áreas que están o parecen por sí solas, un hueso seco en medio del valle.
Pongamos nuestra confianza en Él, así tendremos la certeza de que no importa cuán grande sea el milagro que estamos esperando, no importa que en estos momentos solo tengamos o seamos como unos “huesos secos”, Dios soplará aliento de vida en cada uno, para que Su propósito y llamado en nuestra vida sea una realidad.
“Tú les das, ellos recogen; abres tu mano, se sacian de bienes. Escondes tu rostro, se turban; les quitas el aliento, expiran, y vuelven al polvo. Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra.” (Salmos 104:28-30 LBLA)
Devocionales Refúgiate en Su Palabra – Casa de Refugio (LPGF)
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