“Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él:” Alza tus ojos y, desde el lugar donde estás, mira al norte y al sur, al oriente y al occidente. Toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Haré tu descendencia como el polvo de la tierra: que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Levántate y recorre la tierra a lo largo y a lo ancho, porque a ti te la daré.” Así pues, Abram levantó su tienda, se fue y habitó en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, donde edificó un altar a Jehová.” (Génesis 13:14-18 RVR95)
Existen eventos, cosas, personas, circunstancias que pueden marcar nuestra vida, cuando hablamos de ellas decimos: “después de” esto que me sucedió, que pasó, de esta persona que llegó a mi vida, todo cambió. Somos unas personas antes y “después” de lo que sea que haya pasado por nuestra vida.
El libro de Génesis capítulo 12, nos relata el llamado inicial de Abram. Dios le dio una instrucción precisa: “Deja tu patria y a tus parientes y a la familia de tu padre, y vete a la tierra que yo te mostraré.” (v.1 NTV) pero “se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él.” (v.4 NTV)
A pesar de que Abram emprendió su camino, durante el tiempo que Lot su sobrino no se apartó de su lado, parecía como si quisiera andar en su carro, pero con el parabrisas cubierto de lodo, sin tener una limpia y completa perspectiva de su camino.
Todos tenemos un llamado de parte de Dios, para trabajar en la extensión de su reino o para servir en su casa y todo llamado de Dios trae consigo una bendición. En este caso, a través de Abram serían benditas todas las naciones de la tierra; sin embargo, algo estaba afectando su andar, Lot. Esta obediencia “parcial” de Abram, estaba trayendo consigo un silencio de parte de Dios y una serie de tropiezos que le hicieron pecar y desviarse temporalmente del camino que había trazado para él.
En el pasaje de hoy, vemos que “después” que Lot se apartó de él, Dios le habló, puedo imaginar la cara baja de Abram al sentir su culpa por no haber atendido íntegramente la instrucción que Dios le dio, pero lleno de amor el Señor le dice: “Alza tus ojos”; es decir, ¡levanta tu cabeza!
Hoy, Dios levanta nuestra cabeza y nos dice: ¡Alza tus ojos! Lo que sucedió, quedó atrás, no hay nada que sea insuficiente para que la sangre del Cordero de Dios no lo cubra y sea perdonado. Es tiempo de dejar atrás el peso que nos impide avanzar hacia nuestra bendición, es tiempo de quitar de nuestro lado aquellos “Lot” que ensucian nuestro parabrisas y no nos dejan avanzar hacia la promesa que Dios ya nos ha dado.
Hoy alza tus ojos y mira, somos nosotros los que ponemos los límites. Abram podía mirar hasta donde la vista le alcanzara, porque hasta allá iría su bendición.
Ahora bien, Dios no sólo trajo un llamado sino una visión a la vida de Abram y toda visión se convierte en una misión.
Dios no sólo nos ha llamado, sino que también quiere darnos una visión, de tal forma que se convierta en nuestra misión hacerla realidad. “Levántate y recorre la tierra…, porque a ti te la daré”, nuestra misión empieza por levantarnos y andar. Hemos sido testigos que en este 2020 el mundo se puso en pausa, en parte, pero el reino de los cielos sigue avanzando y los hijos de Dios con él.
Hay una bendición detrás de nuestro llamado, que da visión a nuestra vida y es nuestra misión alcanzarla. Que Dios nos revele, cuales son los Lot en nuestra vida, y podamos levantar nuestra cabeza de toda culpa o carga que nos impide mirar hacia lo que Dios tiene para nosotros, y ver que Él no ha puesto límites a nuestra bendición, al sueño que ha escrito en el cielo para nosotros.
KMR – Casa de Refugio
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