Amando en Medio del Fuego

El Amor, un sentimiento que el mundo ha tratado de describir de incontables formas; las cuales se quedan cortas siempre ante su ilimitada y perfecta realidad, o preguntémosle al poeta o al compositor, al escultor o al escritor entre muchos que han intentado darle forma, comprobando que jamás es suficiente cuando del amor se trata, ¿la razón? En realidad, están intentando describir a Dios, 1 de Juan 4: 7-8 dice: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”.

Solo aquellos que conocemos a Dios tenemos la oportunidad de experimentar el amor verdadero, aquel capaz de cubrir todas las faltas, de resistirlo todo, de perdonarlo todo, tal como está descrito el 1 de corintios 13:4-7 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

Tenemos en nuestro Señor Jesucristo el más maravilloso ejemplo del amor en medio del fuego de la prueba, Él en su momento extremo, se ocupó de amar, cuidar y proteger a sus semejantes; su capacidad de amar no fue mermada por el ensordecedor dolor que sentía, su amor no conoció el límite del dolor, puesto que hasta su último suspiro el anhelo del bienestar de los demás prevaleció en su corazón,  Juan 19: 26-27 RVR1960 “Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.  Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa”

Iglesia, el amor en nuestros corazones es el verdadero, no conoce perímetros de consanguinidad,  género, raza, región, costumbres; somos hijos de Dios y debemos hacer honor a esa naturaleza divina,  cuando Jesús afirma a su madre: “Mujer, he ahí tu hijo” Nótese que no dice Madre, he ahí tu hijo; dice Mujer, y con esto no pretendió mermar el Amor natural que tenía  por María como su madre en la sangre, más si dejó claro que nuestro lazo real es en Él, invitándonos al ideal de vivir su mandato, Juan 13:34-35 BLPH Les doy un mandamiento nuevo: Ámense unos a otros; como yo los he amado, así también ámense los unos a los otros.  El amor mutuo entre ustedes será el distintivo por el que todo el mundo los reconocerá como discípulos míos”

Hermanos, en nuestra condición humana tendemos a delimitar la manifestación de nuestro amor a tiempos de fortaleza espiritual, cuando nos sentimos fuertes, bendecidos y plenos, pero nuestro Señor nos está llamando a ocuparnos de las necesidades de nuestros hermanos aun cuando estemos en el fuego de la prueba, en tiempos de dificultad, en momentos de angustia. Es imperativo dejar de ofrecer ese amor sin límite solo a nuestro círculo más cercano, como si hasta allí nos alcanzara el combustible. Roguemos al Señor que podamos participar ahora mismo de ese sentir de servicio ilimitado en su gracia, ese que alcanza a todos: a mi  vecino, a mi paisano, a aquel quien por raza, genero, afinidad, costumbres, cercanía y demás aspectos defiere de mí. Que la llama de la prueba purifique la manifestación de un amor sincero sin fingimientos en medio de su Casa.

Devocionales Refúgiate en su Palabra   – Casa de Refugio FJCG

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