“Príncipes me han perseguido sin causa, pero mi corazón tuvo temor de tus palabras. Me regocijo en tu palabra como el que halla muchos despojos. La mentira aborrezco y abomino; tu ley amo. Siete veces al día te alabo a causa de tus justos juicios. Mucha paz tiene los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo. Tu salvación he esperado, oh, Jehová, y tus mandamientos he puesto por obra. Mi alma ha guardado tus testimonios, y los he amado en gran manera. He guardado tus mandamientos y tus testimonios, porque todos mis caminos están delante de ti. (Salmos 119:161-168 RVR95)”
La vida está llena de pequeñas y grandes alegrías, aprobar un examen, encontrar trabajo, tener un hijo, comprar una casa, un carro, casarse, enamorarse, sentirte querido, comer algo que te gusta mucho, tener salud y así sucesivamente.
Sin embargo, ¿Ocurre lo mismo cuando leemos la Biblia? ¿Cuándo nos acercamos a ella?
En esta parte sale a relucir el amor que el salmista tiene por la palabra de Dios. Es a veces difícil entender este amor por la ley, a menos que lo hayamos vivido. Por la naturaleza pecaminosa del hombre, este tiende a rechazar las leyes y las normas en general, porque siente que lo limitan. Pero cuando conocemos a Dios, el corazón del creyente cambia y llega a AMAR Su palabra. Amar a Dios nos lleva a amar la Biblia, porque en ella está plasmada la mente y el corazón de Dios.
Al leer la palabra de Dios y ponerla en práctica en la vida, descubrimos la bendición que viene a través de ella. Como consecuencia, llegamos a amarla no como una carga, sino como un regalo.
A veces la obediencia a los preceptos bíblicos parece una batalla, y así es porque cuesta, es una pelea contra nuestra carne, pero la recompensa es grande. Todo precepto tiene una razón, cuando descubrimos su propósito podemos descansar en la soberanía de Dios para nuestro andar, y esto añade alegría a nuestra vida. No se puede conocer a Dios sin leer la Biblia y no se puede amar la Biblia sin conocer a Dios.
“¿Qué es lo que más le agrada al Señor, tus ofrendas quemadas y sacrificios, o que obedezcas su voz? ¡Escucha! La obediencia es mejor que el sacrificio, y la sumisión es mejor que ofrecer la grasa de carneros” (1 Samuel 15:22 NTV)
En ocasiones, nuestra mente nos engaña haciéndonos creer que no hay felicidad leyendo la Biblia, especialmente cuando iniciamos nuestro caminar con Dios, así también, el enemigo trata de hacernos ver estándares imposibles de alcanzar y llegan momentos en los que parece todo difícil de entender y nos cuesta seguir leyendo, pero la invitación hoy es acercarnos a sus páginas con la reverencia y el amor suficiente para que seamos impregnados de la misericordia y la alegría de Dios, leyendo cada palabra bajo la guía del Espíritu Santo.
Como fruto de su amor por la ley de Dios, el salmista encuentra paz y es librado de tropiezos. Hay paz para aquellos que aman la ley de Dios y sus pasos están firmes en la roca.
¡Oremos para que Dios nos ayude a esperar en Él y a cumplir sus preceptos!
AFA- Casa de Refugio
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