Amar a Dios es Amar al Prójimo
1 Juan 5: 1-2 TLA: “Si creemos que Jesús es el Mesías, en verdad seremos hijos de Dios. Y recordemos que, si amamos al Padre, también debemos amar a los hijos de ese mismo Padre. 2 Y sabemos que amamos a Dios y obedecemos sus mandamientos, cuando también amamos a los hijos de Dios.”

Esta poderosa palabra encierra en estos 2 versículos un resumen de lo que un cristiano debería cumplir para agradar a Dios, lo primero claramente es creer en Cristo y lo segundo amar a nuestros hermanos. Personalmente, una vez acepte a Jesús como mi Señor y Salvador, me levante al día siguiente, me mire en el espejo y físicamente me veía igual, pero espiritualmente ese día comienzo un proceso de muerte a vida.

Durante este camino ha sido fácil reconocer cómo la mano del Alfarero me ha ido moldeando y más fácil aun ha sido amarlo, pero al avanzar en la lectura de la palabra, es claro que el mandato no queda solamente ahí, si no que Él me invita a amar a sus hijos y esa es justamente la parte más compleja de la ecuación. Durante mi peregrinar por el mundo he tenido que enfrentar batallas duras con mi carne y mis defectos de carácter; la gula y la pereza me invitan a la autodestrucción, pero la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira y la envidia son herramientas que de vez cuando uso para agredir a mis hermanos; armas que al príncipe de la mentira le encanta mantener bien afiladas y a mi alcance.

Para subsanar lo anterior y poder poco a poco amar a los hijos de Dios, me ha sido muy valioso tratar de seguir el ejemplo del buen samaritano en mi propia conducta; es decir, trato de mostrar compasión y amor por aquellas personas que comparten mis actividades cotidianas y trato de amar a los demás independientemente de su raza o religión. Comparto aquí un criterio o regla que me ha servido y que me pone automáticamente en una posición de servicio y se llama la necesidad; es decir, si alguien necesita y yo tengo como ayudarlo, entonces debo dar generosa y libremente, sin espera nada a cambio.

Amados, estamos llamados a Amar a los hijos de Dios, esa es la regla de oro dada por nuestro Señor, no podemos amar a Dios sin amar al hermano, por eso oro para que cuando el Hijo de Hombre vuelva en su gloria le contestemos con lo que dice Mateo 25:37-40: “Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” Amen.

Devocionales Refúgiate en Su Palabra Casa de Refugio (AC)
 

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