“Entonces Rizpa, hija de Aja, tomó una tela de luto y la tendió para recostarse sobre el peñasco. Allí estuvo desde el principio de la siega hasta que cayó sobre ellos la lluvia del cielo; y no dejó que ninguna ave del cielo se lanzara sobre ellos de día, ni las fieras del campo por la noche. Cuando le dijeron a David lo que hacía Rizpa, hija de Aja, concubina de Saúl, fue él a recoger los huesos de Jonatán, su hijo, de los hombres de Jabes de Galaad, que los habían hurtado de la plaza de Betsán, donde los filisteos los habían colgado cuando mataron a Saúl en Gilboa. E hizo David que se llevaran de allí los huesos de Saúl y los huesos de su hijo Jonatán; y recogieron también los huesos de los ahorcados.” (2 Samuel 21:10-13 RVR95)
Este es un relato estremecedor, una historia de profundo dolor, amor, valentía y perseverancia, protagonizada por una mujer llamada Rizpa, cuyo nombre significa Piedra Caliente o Carbón. La causa de su dolor fue la ejecución de sus dos únicos hijos, pero no sólo experimentó sufrimiento por esto, sino porque fueron ejecutados de una manera deshonrosa, sin derecho a ser sepultados y sus cuerpos fueron dejados a disposición de las bestias y las aves de rapiña, todo por causa de los crímenes de su padre Saúl, al romper el pacto que Josué había hecho con lo Gabaonitas, lo que desagradó a Dios y trajo juicio sobre la tierra, pues hubo hambre durante 3 años (2 Samuel 21:1).
Es muy difícil siquiera imaginar el dolor que experimentó esta mujer, pero de esta experiencia tan fuerte también es posible encontrar una gran enseñanza dado que su proceder es el reflejo del carácter de una mujer en su rol de madre. Haciendo alarde a su nombre, actuó con una fortaleza admirable y el paso del tiempo, 6 meses aproximadamente, no impidió que el fuego de su sacrificio de amor se extinguiera.
Rizpa abandonó todo por defender la integridad de los cuerpos de sus hijos. Aquí no había esperanza de un milagro, este era el resultado de un juicio y era necesario limpiar la tierra, sin embargo, para ella siquiera sus cuerpos debían ser guardados con algo de dignidad, ella pasó día y noche durante 6 meses, sufriendo su duelo, pero cuidando lo poco que quedó de sus hijos. Por la misericordia de Dios no estamos expuestos a un dolor de tal magnitud, pero si debemos pensar, cuan dispuestos estamos a velar por la integridad de otros que están sufriendo, a acompañar y levantar las manos del que está cansado, del que está pasando por un fuerte dolor, del que está en necesidad y necesita un milagro, cuánto estamos dispuestos a velar por aquellos que se han apartado y están sufriendo las consecuencias de su pecado al decidir decirle No a Dios. Necesitamos misericordia y gracia, para no abandonar a aquellos que por su necedad sufren.
El amor de esta mujer fue más fuerte que el temor. Ella se enfrentó a las bestias nocturnas y a las aves de rapiña, aun sufriendo su duelo. En ocasiones, no tenemos el chance de dedicarnos a sufrir y dejar de pelear. A veces es necesario seguir entre las lágrimas, porque las circunstancias no nos dan el chance de vivir el duelo, de sentarnos a llorar como sería lo justo. Rizpa se enfrentó completamente sola al verdadero peligro, pero esto no destrozó la determinación de esta mujer. La biblia no nos habla de Milca, ella perdió 5 de sus hijos, pero la que se quedó aquí peleando por la dignidad de unos cuerpos fue Rizpa, una piedra avivada.
Esta mujer obtuvo misericordia, su vigilia y sacrificio de amor tuvo una recompensa. Ella defendió con todas sus fuerzas los cuerpos de sus hijos hasta que cayó sobre ellos la lluvia del cielo. Esta fue la señal de parte de Dios de que finalizaba el tiempo de juicio y se acabaría la hambruna. La muerte de estos hombres liberó a Israel de la culpa de su pecado contra los Gabaonitas. Rizpa hizo que la gente considerara el costo del pecado. Su persistente valor dio sentido a la muerte de sus hijos y ayudó a que la nación se ocupara del pecado de su líder.
Tiempo de Hablar con Dios: “Ciertamente mi alma lo recuerda y se abate mi alma dentro de mí. Esto traigo a mi corazón, por esto tengo esperanza: Que las misericordias del Señor jamás terminan, pues nunca fallan sus bondades.” (Lamentaciones 3:20-22 NBLA)
2021 El Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (KMR)
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