Guímel “Favorece a tu siervo, para que viva y guarde tu palabra. Abre mis ojos, para que vea las maravillas de tu ley. Peregrino soy en la tierra, no escondas de mí tus mandamientos. Quebrantada está mi alma anhelando tus ordenanzas en todo tiempo. Tú reprendes a los soberbios, los malditos, que se desvían de tus mandamientos. Quita de mí el oprobio y el desprecio, porque yo guardo tus testimonios. Aunque los príncipes se sienten y hablen contra mí, tu siervo medita en tus estatutos. También tus testimonios son mi deleite; ellos son mis consejeros.” (Salmos 119:17-24 LBLA)
Antes de profundizar en la dulce la Palabra de Dios, hablemos de un dato especial acerca de este salmo en conjunto. En esta poesía hebrea se habla de la palabra de Dios utilizando un acróstico en el que cada conjunto de 8 versículos inicia con una letra del alfabeto griego, para este caso, Guímel, es la tercera letra del alfabeto griego, es por eso que este salmo es llamado en ocasiones como el “Alfabeto del Amor Divino”.
Sabiendo que el tema principal en este salmo es la enseñanza acerca de la reverencia que merece la palabra de Dios, la primera parte de esta porción, nos habla de cuatro peticiones del salmista que expresan una pasión y un anhelo por amar la palabra de Dios, cuanto más el hombre estime la santidad y el estar cerca de Dios más será atraído por ella. La segunda parte, describe la reprensión para aquellos que desobedecen y menosprecian la Palabra de Dios. Leamos las primeras cuatro peticiones:
-Favorece a tu siervo (v.17): Gran estima a la santidad.
-Abre mis ojos (v.18): Para contemplar tus maravillas.
-No la escondas de mí (v.19): Soy forastero porque mi lugar y ancla no están en este mundo, sino en lo eterno, muéstrame la etenidad que puedo contemplar aquí en la tierra.
-Quebrantada mi alma por tu ordenanzas (v.20): Con profunda pasión anhelaré por siempre tu justicia.
Esta última es el que más llama mi atención, ¿he sentido anhelo hasta el quebranto por el deseo de ser moldeado por la Palabra de Dios? El hombre necesita la ayuda de Dios para acercarse a Su palabra, la guía del Espíritu Santo para entenderla y ponerla en práctica, es preciso que Aquel que la escribió nos acompañe y lleve de la mano para tener la certeza de que su Palabra es Verdad, se cumple y tiene poder. Así como Él mismo puso en el corazón de María de Betania (Luc. 10:39) dejar a un lado sus quehaceres y dedicarse total y plenamente a oír las Palabras de Jesús, así mismo pidámosle.
El Padre hoy nos quiere susurrar al oído que aquel anhelo hasta el quebranto que siente nuestra alma sólo es saciado con Él y con Su Palabra. ¡Amado Rey, ven y sácianos!
MALS – Casa de Refugio
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