1 Reyes 17:17-24 RVR1960: “Después de estas cosas aconteció que cayó enfermo el hijo del ama de la casa; y la enfermedad fue tan grave que no quedó en él aliento. Y ella dijo a Elías: ¿Qué tengo yo contigo, varón de Dios? ¿Has venido a mí para traer a memoria mis iniquidades, y para hacer morir a mi hijo? Él le dijo: Dame acá tu hijo. Entonces él lo tomó de su regazo, y lo llevó al aposento donde él estaba, y lo puso sobre su cama. Y clamando a Jehová, dijo: Jehová Dios mío, ¿aun a la viuda en cuya casa estoy hospedado has afligido, haciéndole morir su hijo? Y se tendió sobre el niño tres veces, y clamó a Jehová y dijo: Jehová Dios mío, te ruego que hagas volver el alma de este niño a él. Y Jehová oyó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él, y revivió. Tomando luego Elías al niño, lo trajo del aposento a la casa, y lo dio a su madre, y le dijo Elías: Mira, tu hijo vive. Entonces la mujer dijo a Elías: Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la palabra de Jehová es verdad en tu boca”.
A veces la duda y la incredulidad quieren venir a nosotros a robarnos el gozo y la paz, pero sobre todo la fe. En los versículos anteriores del capítulo 17, podemos ver que la viuda de Sarepta había recibido la manifestación divina del Señor al multiplicar el aceite de sus vasijas. No obstante, cuando vino la prueba que penetró lo más profundo de su alma con la muerte de su hijo, ella dudó de lo que el varón de Dios le estaba hablando.
En ocasiones la prueba nos quiere desviar del camino para no ver la manifestación divina del Señor, sin embargo, este varón de Dios fue al aposento, entro a su habitación y tendió al niño en su cama y oró a Dios. Hay momentos en los que no entendemos lo que pasa a nuestro alrededor, pero cuando nos postramos delante del Señor, como lo hizo Elías, en lo íntimo, su gloria se manifiesta. “Y clamando a Jehová, dijo: Jehová Dios mío, ¿aun a la viuda en cuya casa estoy hospedado has afligido, haciéndole morir su hijo? Y se tendió sobre el niño tres veces, y clamó a Jehová y dijo: Jehová Dios mío, te ruego que hagas volver el alma de este niño a él. Y Jehová oyó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él, y revivió”.
Cuando oramos con fe, por difícil que sea la circunstancia, el Señor nos escucha, y nuestra oración logra tal alcance que avivamos de esta manera la fe de otros. La fe y actitud de Elías permitieron que la incredulidad de la viuda se fuera, y ella dijo: “Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la palabra de Jehová es verdad en tu boca”. Estamos llamados a avivar la fe de otros, pero también a avivar nuestra fe en lo íntimo, todos los días.
Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (EA) #Mimetaescomprender
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