Ayuda Mi Incredulidad

Marcos 9:23-27 RVR1960: “Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad. Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él. Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: está muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó.”

Para el tiempo en el que ocurrió este suceso, ya Jesús era bien conocido por su testimonio de vida, por el poder que tenía para liberar endemoniados y hacer milagros, muchos recibieron sanidad gracias a la fe que tuvieron en Jesús. Sin embargo, en este pasaje tenemos a un padre de familia resignado, que veía cómo, al pasar de los años, su hijo estaba poseído por un demonio agresivo, y aún sabiendo que Jesús, ese Campeón, el Hijo de Dios, había demostrado cómo el poder del Padre actuaba a través de Él, aun sabiendo esto, aquel hombre de familia no estaba muy seguro de que su hijo podría ser libre.

Jesús pudo haber ido directo al grano, liberar al muchacho, despedirse y listo, pero no, allí es donde nos damos cuenta de que los pensamientos de Dios superan a los nuestros. Lo primero que Jesús hace es un cara a cara con el padre del muchacho con el fin de encarar su débil fe, no para avergonzarlo sino para hacerlo libre, porque así como el muchacho tenía su lucha, este papá también tenía su propia lucha con la incredulidad, es allí cuando Jesús le dice la clave: “al que cree todo le es posible”, y este hombre fue sincero, porque responde: “ayuda mi incredulidad”.

Hoy en día también nosotros tenemos nuestras propias situaciones, las cuales queremos resolver, pero muchas veces no vemos el fondo del panorama: las raíces de incredulidad. Jesús nos dice: “al que cree todo le es posible” y no creer en cualquier cosa o persona, sino depositar nuestra fe en el mismo que nos dice que creamos, nuestra fe debe estar depositada en Jesús. Él es el autor y consumador de la fe, y aquí nos queda claro que si estamos siendo incrédulos ante algo, podemos pedir al Señor que nos ayude en nuestra incredulidad. No dejemos que esa raíz quede arraigada en el corazón y de malos frutos de falta de fe, sino que así como aquel hombre fue sincero y le pidió ayuda a Jesús, así nosotros le digamos al Señor que nos ayude a ser libres de toda incredulidad.

Aquel hombre le dijo a Jesús: “ayuda mi incredulidad”, y la respuesta de Jesús fue contundente, expulsó al demonio, dándole libertad al muchacho. Hoy en día, Jesús sigue teniendo respuestas contundentes, sanando al herido, levantando al caído, resucitando muertos, dando fertilidad en medio de la esterilidad, llamando de las tinieblas a la luz admirable para rescatar vidas.

Ya Jesús ha mostrado sus credenciales, es nuestra parte creerle y no sólo creer en su existencia, porque los demonios también creen y ellos tiemblan. Fuimos creados para ser hijos de Dios, salvos, parte del maravilloso cuerpo de Cristo y capacitados para toda buena obra que Dios ha puesto de antemano para que anduviésemos en ellas. Sigamos creyendo en Jesús, porque para el que cree todo le es posible.

Devocionales Refúgiate en su palabra, Casa de Refugio – JENM

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