Buenas Cartas de Presentación

Tito 2:2-15 NVI: “A los líderes de la iglesia, enséñales que sean moderados, respetables, sensatos, e íntegros en la fe, en el amor y en la constancia. A las ancianas, enséñales que sean reverentes en su conducta, y no calumniadoras ni adictas al mucho vino. Deben enseñar lo bueno y aconsejar a las jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos, a ser sensatas y puras, cuidadosas del hogar, bondadosas y sumisas a sus esposos, para que no se hable mal de la palabra de Dios. A los jóvenes, exhórtalos a ser sensatos. Con tus buenas obras, dales tú mismo ejemplo en todo. Cuando enseñes, hazlo con integridad y seriedad, y con un mensaje sano e intachable. Así se avergonzará cualquiera que se oponga, pues no podrá decir nada malo de nosotros. Enseña a los esclavos a someterse en todo a sus amos, a procurar agradarles y a no ser respondones. No deben robarles, sino demostrar que son dignos de toda confianza, para que en todo hagan honor a la enseñanza de Dios nuestro Salvador. En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con dominio propio, justicia y devoción, mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien. Esto es lo que debes enseñar. Exhorta y reprende con toda autoridad. Que nadie te menosprecie.”
 
Las instrucciones que el apóstol Pablo da al joven Tito promueven la salud espiritual en medio de la congregación y tienen un sustento teológico desglosado en los versos 11 al 14, los cuales nos indican que todos nuestros actos deben obedecer a una cosa: la gracia de Dios, todo cuanto somos y hacemos debe llevar un sello de gratitud, para que otros honren las enseñanzas de Cristo hechas una realidad en nuestra vida, enmarcadas por el celo que debe arder de dedicarnos a hacer el bien.

A lo largo de este pasaje, que se explica por sí solo, vemos un verbo constante: “enseñar”. Pablo tenía una gran preocupación en su corazón, la misma que deberíamos tener nosotros como hijos de Dios, como líderes y como siervos de Dios: que nuestra vida y la vida de cada creyente, sea un reflejo positivo del evangelio; ese amor que decimos profesar por Cristo debe ir acompañado de algo básico, pero fundamental: obediencia.

El orden en una congragación tiene un perfecto equilibrio entre la sana doctrina y la conducta adecuada de los hijos de Dios; recientemente escuché lo siguiente: “el evangelio no es un manual de conducta, más bien una conducta apropiada es un reflejo del evangelio en mí”. Por eso hoy, Dios quiere movernos hacia dos cosas fundamentales: el buen ejemplo y el discipulado.

En primer lugar, el buen ejemplo. El Señor nos dice a través de Pablo: “Con tus buenas obras, dales tú mismo ejemplo en todo”.  Nuestra mejor predicación es nuestro ejemplo. Para meditar en esto es necesario plantearnos algunas preguntas; si Dios pidiera una carta de recomendación de nuestro andar como creyentes a cada persona que nos rodea, ¿qué diría la carta de nuestros padres?, ¿la de nuestros cónyuges, hijos, hermanos, familiares?, ¿qué diría la carta de nuestros jefes, compañeros de trabajo, de los que nos ven conducir?; quizás el contenido de esas cartas es la razón por la que muchos de ellos no van a la iglesia, por la que no quieren saber nada de nuestra fe, quizás cada carta dice algo diferente, parece que hablaran de diferentes personas en cada una… Evaluemos nuestro andar, no se trata de mostrar perfección alguna, sino de reflejar a Cristo, la practicidad de su vida como hombre en la tierra que nos mostró una intimidad con el Padre y una obediencia absoluta hecha vida en su testimonio.

Segundo, discipulado. El ejemplo de Jesús nos muestra que él vino para hacer amigos. El invitó a los discípulos a estar con él para cultivar una relación profunda que los llevara a conocerle, en su ejemplo aprendemos cuales son los cimientos de una relación de amistad: generar conocimiento; entonces, si hemos sido motivados por Cristo a tener un carácter enseñable, con nuestro buen ejemplo impactamos la vida de otros porque nuestro ejemplo habla del evangelio. Entonces, ¿qué tipo de conocimiento estamos sembrando en otros?, ¿mi vida le enseña a otros obediencia a Dios, a su palabra?, ¿mi vida enseña la importancia de la intimidad con Dios, del servicio? El discipulado no es dar una clase magistral, es formar con mi ejemplo el carácter de Cristo en otros; es que los demás vean a Cristo en la forma como trato a las personas y como hago las cosas, es llevarlas a amar la cultura del cielo.

Señor, límpianos, purifícanos de todo aquello que nos impide ser más como tú, ayúdanos a cultivar más y profundamente nuestra relación contigo para mostrar a la otros la verdad del evangelio, para ser reflejos de tu amor, de tu compasión, de tu integridad. Señor Jesús enséñanos a ser verdaderos amigos, a cultivar verdaderas amistades y formar en otros discípulos que siguen tus pasos. Enséñanos y muéstranos, Espíritu Santo, todas aquellas cosas que opacan la luz de Cristo en nosotros para tu gloria y honra porque queremos ser buenas Cartas de Presentación de tu evangelio, amén.

Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (KM)
#MimetaesEnseñar

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