La primera vez que escuchamos acerca de la circuncisión en la biblia, es cuando Dios quiso establecer un pacto con el hombre, en ese entonces con Abraham y su descendencia. Este acto consistía en cortar una porción, o la totalidad del prepucio de los varones y fue establecida como un ritual practicado con los niños que llegaban al octavo día de vida desde su nacimiento, sometiendo así el órgano de reproducción bajo el control de Dios, como señal de que serían el pueblo escogido por Él para hacer de ellos una gran nación.
Ahora bien, para evitar que este acto simbólico no tuviera la trascendencia que debía y se limitara solamente al plano físico masculino, Dios se encargó, antes de la conquista a Canaán, de recordar y aclarar a su pueblo, y a nosotros hoy, el profundo significado de este acto, hablando de la circuncisión del corazón, veamos el libro de Deuteronomio 10:12-16 versión La Biblia de las Américas:
“Y ahora, Israel, ¿qué requiere de ti el Señor tu Dios, sino que temas al Señor tu Dios, que andes en todos sus caminos, que le ames y que sirvas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y que guardes los mandamientos del Señor y estatutos que yo te ordeno hoy para tu bien? He aquí, al Señor tu Dios pertenecen los cielos y los cielos de los cielos, la tierra y todo lo que en ella hay. Sin embargo, el Señor se agradó de tus padres, los amó, y escogió a su descendencia después de ellos, es decir, a vosotros, de entre todos los pueblos, como se ve hoy. Circuncidad, pues, vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz.”
Este pasaje se encarga de bajar a nuestra realidad esta señal del pacto de Dios con su pueblo. La circuncisión en sí misma no tiene ninguna relevancia en nuestra salvación, porque la verdadera circuncisión es aquella que se aplica “en el corazón”, la cual es dada por el Espíritu de Dios y no por la letra o la ley como nos dice Pablo en Romanos 2:29. Es la obra del Espíritu Santo en nosotros la que nos lleva al verdadero arrepentimiento, la que nos convence del pecado y la inmundicia en nuestro corazón para llevarnos a vivir una vida centrada en Dios, de tal forma que somos injertos en la familia del pacto.
Entonces, es momento de reflexionar y entender que las señales externas no tienen ningún valor para Dios, a menos que correspondan a una realidad interna en cada creyente. De nada nos sirve hacer el papel de las mejores personas si nuestro corazón no ha sido circuncidado, es decir, si no hemos puesto nuestro hombre interior, nuestro corazón, BAJO EL CONTROL del Señor.
Recordemos que, por largo que haya sido nuestro trasegar en la vida cristiana, siempre hay algo que circuncidar, que rendir al control de Dios en nuestro corazón, porque nuestros propios deseos y nuestra naturaleza pecaminosa, siempre están presentes arrastrándonos para no amarle y servirle con todo lo que somos.
El Espíritu Santo es nuestro ayudador, ¿qué necesitamos cortar hoy de nuestro corazón para rendirlo delante de Dios? Este era un proceso doloroso, así también puede ser eso a lo que nos hemos aferrado por años, porque es un hábito, una creencia, o simplemente una característica de nuestro carácter que ha estado ahí por años, por tanto será doloroso, pero es tiempo de rendirlo a Dios, sólo ÉL puede circuncidar nuestro corazón, esa es Su obra, nuestra parte es rendirnos ante Su Espíritu, para que nos muestre qué necesitamos cortar, y rendirlo ante Su presencia, El hará la obra.
No seamos OBSTINADOS. Si no nos hemos dispuesto para que DIOS ARRANQUE ese trozo de nuestro corazón donde habita el pecado, NO le amamos realmente, ¿qué duro verdad?, pero eso es lo que nos enseña Su palabra, claramente nos dice el PARA QUE de la circuncisión de nuestro corazón, veamos:
“Además, el Señor tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tus descendientes, para que ames al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.” (Deuteronomio 30:6)
Devocionales Refúgiate en Su Palabra – Casa de Refugio (KMR)
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