“Aborrezco a los hombres hipócritas, pero amo tu Ley. Mi escondedero y mi escudo eres tú. En tu palabra he esperado. ¡Apartaos de mí, malignos, pues yo guardaré los mandamientos de mi Dios! Susténtame conforme a tu palabra y viviré; no quede yo avergonzado de mi esperanza. Sostenme y seré salvo, y me regocijaré siempre en tus estatutos. Hollaste a todos los que se desvían de tus estatutos, porque su astucia es falsedad. Como escorias hiciste consumir a todos los impíos de la tierra; por tanto, yo he amado tus testimonios. Mi carne se estremece por temor de ti, y de tus juicios tengo miedo.” (Salmos 119: 113-120 RVR95).
Cristo es nuestro escondedero y escudo, en Él esperamos cada promesa en nuestra vida, pero esperar no es fácil y esperar sin impacientarse es más difícil aún.
Personalmente, creo que hay dos formas de vivir una prueba, pensando que es un castigo inmerecido de Dios, porque si somos sus hijos deberíamos estar blindados de cualquier mal, entonces dudamos de su cuidado y pensamos que quiere vernos sufrir; o, entendiendo los procesos como lo que son: circunstancias de nuestra vida necesarias para mutar de nuestra vieja carnalidad a criaturas nuevas en Cristo, con mentes renovadas y prioridades acordes al propósito del Padre.
Las pruebas son procesos llenos de enseñanzas para fortalecernos y bendecirnos, que también nos dan la oportunidad de conocer a nuestro Papá celestial como lo que es, un Padre en todo el sentido de la palabra, que nos provee de lo que necesitamos y que permanece cuando todos se van, pero para conocerlo necesitamos vivir ese proceso y lo vivimos desde lo que consideramos carencias, un padre que sana de nuestras enfermedades más allá de los diagnósticos, pero para conocerlo debemos pasar por la enfermedad, un padre que nos acompaña en nuestra soledad, que nos levanta cuando caemos, que nos consuela cuando lloramos, pero para conocerlo debemos sentirnos solos, caernos y llorar… o ¿cómo se conoce a un padre en todo el sentido de la palabra sino viéndolo y sintiendo su apoyo en todas estas circunstancias?
Así podemos vivir nuestro día a día, viendo cada despertar como un milagro. Podemos esperar en sus promesas convencidos que, el que comenzó la obra será fiel en perfeccionarla, o vivir enojados porque las promesas no se cumplen en nuestros tiempos tal y como lo deseamos, podemos ver en cada proceso una oportunidad de mirar dentro de nosotros y sacar de nuestro corazón aquello que no proviene de Él.
Es en el desierto donde podemos ver dentro de nuestro corazón y saber si lo que hay en él es amor genuino o amor solo en la bendición, si lo amamos de la misma forma cuando nos bendice que cuando nos disciplina, si le servimos porque esperamos algo a cambio, o si lo hacemos con el único interés de agradarle, obedecerlo y cumplir Su propósito, y si amamos Su palabra y en el proceso nos aferramos y esperamos en ella, o sólo la acomodamos de acuerdo a nuestra conveniencia.
Hoy quiero elevar una oración para que el Espíritu Santos nos muestre, qué hay en el corazón de cada uno de nosotros y con sinceridad y humildad, podamos pedirle al Padre que arranque de raíz aquello que no proviene de Él y que por el contrario nos aleja de la verdad, de nuestro propósito y no nos permite ver Su incomprensible amor y lo mucho que ha hecho en la vida de cada uno de nosotros.
GVO – Casa de Refugio
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