¿Cómo vivir la vida cristiana y no morir en el intento?
La victoria que garantiza el Sumo Sacerdote. Hebreos 4: 15-16 NVI: “15Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. 16Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.
 
En estos dos versículos se encuentra la solución divina a nuestros continuos e innumerables fracasos por vivir una vida victoriosa, santa, sin pecado, determinada a obedecerle y creerle solo a Dios. La realidad es que tenemos un corazón engañoso, uno que queriendo hacer lo bueno termina haciendo lo malo, la incredulidad se asoma constantemente a nuestra puerta y ni hablar de los miles de deseos egoístas que tenemos y que por más que nos neguemos, siguen ahí. Por todo esto y más, nos preguntamos constantemente: ¿cómo podemos cumplir las demandas de nuestro Dios? El pueblo de Israel experimentó el esfuerzo incesante por agradar al Dios y el fracaso constante por no lograrlo. Luchaban en sus fuerzas para cumplirle, pero solo vivían de fracaso en fracaso, por eso el Señor Jesús, luego de vivir entre nosotros y como nosotros, decide dejarle una carta exclusiva al pueblo hebreo, a su pueblo escogido, enfocada en hacerles entender cómo podían lograr vivir como Dios quería y tener descanso. Es en esta magnífica carta a los hebreos, que se nos presenta la obra del Sumo Sacerdote, SOLO a través de Su obra, de Su intercesión, de Su auxilio oportuno, es posible contar con el favor de Dios para vivir como conviene y tener paz.
 
Cuando meditaba en esta enseñanza pensaba en las muchas veces que, en especial la tentación, ha estado rondando mi puerta, mis debilidades han aflorado de muchas maneras y me he visto expuesta al resbaladero en cantidad de ocasiones. Claro, mi espíritu ha luchado con todas sus fuerzas, pero siempre han sido insuficientes. En una de tantas luchas, entendí, como pocas veces, que no lograría salir victoriosa, entonces me rendí en la presencia del Señor y le confesé todo cuanto había en mi corazón, ciertamente Él lo sabía perfectamente, pero haberlo dicho, me lo hizo saber a mí, porque la que no sabía lo débil, frágil y vulnerable que era, era yo.  Logré ver el dolor que evadía y tantas cosas sin resolver adentro. Me identifiqué con uno de mis discípulos favoritos: Pedro, el mismo que negó a Cristo, valga decir, una negada anunciada, pero jamás considerada por él…y ahí estaba yo, exponiéndole al Señor lo que Él sabía pero yo no.
 
En Su presencia experimenté la verdad de la Palabra, sabía que mi Señor me entendía porque en su paso por la tierra, experimentó TODO SIN PECAR y lo mío estaba incluido, así que, una vez expuesta la verdad en Su presencia y reconociendo Su victoria sobre el pecado, sobre la muerte y sobre el mundo, tuve descanso. Sabía con certeza absoluta que Él intercedería por mí, a pesar de mí, estaba haciendo uso de mi tarjeta de acceso para lograr Su auxilio, Su rescate, Su liberación, Su protección, Sus fuerzas y lograr salir corriendo tras Él.
 
No importa con qué estás luchando hoy, has corto el recorrido y no malgastes tus fuerzas intentando salir, reconoce que, definitivamente, en tus fuerzas fracasarás, como fracasó el pueblo de Israel en su intento por cumplir la ley de Dios. Tu conocimiento, capacidad y determinación, no serán suficientes, permítele al Espíritu de Dios entrar hasta el rincón más profundo donde se anida lo que verdaderamente piensas, crees y anhelas, enfréntate con la verdad que hay en tu corazón y entonces, pon tu mano confiadamente en el trono de la gracia, para que el Sumo Sacerdote interceda por ti, te de descanso, te lleve por la puerta de escape y alcances Su misericordia y oportuno socorro.
 
Devocionales Refúgiate en Su palabra, Casa de Refugio (MP)

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