¿Cuál es mi Causa?

Salmos 82:1-3 NTV: “Dios preside la corte de los cielos; pronuncia juicio en medio de los seres celestiales: Hagan justicia al pobre y al huérfano; defiendan los derechos de los oprimidos y de los desposeídos.”

El tema principal de este capítulo tiene que ver con el cómo debemos actuar los embajadores del reino de Dios, quienes estamos sometidos a la autoridad de Aquel que nos preside, el Dios de dioses, Rey de reyes. Asaf nos enseña en el verso 6, que Dios ha puesto al hombre en una posición de autoridad, inclusive Jesús cita este salmo en Juan 20 (25-30), reiterando este principio. Salmos 82 nos menciona dos cosas que deben ser características en nuestra forma de gobernar, en otras palabras características de nuestro diario vivir: la imparcialidad y la verdadera justicia; ¿por qué Asaf nos habla de esto?, sencillamente porque no se estaba llevando a la práctica, y tal cual sucede hoy, no sólo en el gobierno nacional, internacional, sino también en la iglesia del Señor.

La biblia nos revela que hay ciertos grupos de personas que SIEMPRE están en el corazón de Dios, por tanto deben estar en el nuestro, deben ser el foco de nuestro gobierno, deben ser nuestra causa, dice: “Hagan justicia al pobre y al huérfano; defiendan los derechos de los oprimidos y de los desposeídos”. Como autoridad del gobierno de Cristo, debo defender y hacerle justicia al débil y al huérfano. El mandato de Dios es cuidar de ellos; por tanto, además de preguntarme si realmente entiendo que Dios me ha delegado autoridad en este mundo para gobernar justamente, la cuestión principal es, ¿mi causa realmente es el débil, el huérfano, el oprimido, el pobre?, o estoy tan ocupado en mi causa que soy yo, mis deleites, necesidades, mi núcleo familiar, mi vida, que ni siquiera sé si existen huérfanos a mi alrededor, ni siquiera conozco a personas pobres porque no me gusta codearme con ellos, no me gusta la gente débil, no me aporta.

La Biblia nos dice que Dios mismo interviene para proteger y cuidar a los huérfanos y a las viudas. «Padre de huérfanos y defensor de viudas es Dios en su santa morada» (Salmo 68:5).

El gobierno del hombre apartado de Dios dicta aprovecharse del más débil, pero Dios nos manda a cuidar de él. Lastimosamente, desde tiempos bíblicos hasta ahora, seguimos fallando en nuestra forma de gobernar, seguimos castigando con el látigo de la indiferencia y la soledad a los más débiles, a los huérfanos y a las viudas, al pobre. Hoy debemos confesar nuestro pecado y arrepentirnos, porque ellos no son el centro de nuestro gobierno, no son nuestra causa, y hablo no sólo desde mi falla, reconociendo que necesito ser más practica en este mandato, sino también como testigo de lo que he recibí hace años del pueblo de Dios, pues soy huérfana y estuve sumida en la opresión, viví temporadas de mucha pobreza, sé lo que es tener hambre, necesidad y ser tratada con dureza, con total indiferencia por parte de mis hermanos en la fe, pero también he podido ser restaurada y recibir el cuidado amoroso, el apoyo palpable, el pastoreo, el amor y el cuidado del Padre a través de hermanos maravillosos en la fe, que entienden este principio.

Ahora, el hombre siempre opción de decidir, en este sentido la idea no es obedecer el mandato por temor a las consecuencias, es ver nuestro servicio a los demás como un privilegio que Dios nos ha dado, como algo que le agrada, que alegra su corazón; por tanto, es una bendición de la queremos participar activamente, eso es hacer reino, construir el reino de Dios en la tierra, eso es gobernar con él.

Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (KM)

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