Cuestión de Obediencia
Proverbios 20:24 RVR1960: “De Jehová son los pasos del hombre; ¿Cómo, pues, entenderá el hombre su camino?”
 
Algo que a través de todos los tiempos siempre ha inquietado al hombre es el conocimiento del futuro. Muy de la mano con esto, si tú eres una persona alineada a la voluntad del Padre, también seguramente serás de los que alguna vez se ha preguntado sobre la voluntad de Dios y su propósito.

Todos nacemos con un propósito, ese con el cual el Padre nos concibió en su mente mucho antes de nuestra concepción terrenal, sólo que no siempre podremos conocer o entender del todo la voluntad de Dios para nuestras vidas; sin embargo, si le amamos, entonces el conocimiento de lo que ha de venir toma un segundo plano y su amor lo llena todo.

Alguien una vez me dijo algo que se ha grabado en mi corazón y que me proporcionó en su momento una gran revelación sobre mi carácter. Yo vivía un momento de extremada rebeldía, en el cual todo me salía mal y tenía dificultades en muchos aspectos de mi vida. Este amigo, analizando el problema que yo le planteaba, me dijo que mi problema era de mal carácter, porque la voluntad de Dios no estaba diseñada para ser entendida sino para ser obedecida (no es bíblico, pero creo que es practico). Me dije a mi misma, no tiene nada que ver una cosa con la otra, ¿qué tiene que ver mi carácter con la obediencia? Yo les digo hoy, lo tiene todo que ver. Mi tendencia natural es a siempre saber el porqué de las cosas para luego poder obedecer, pero no funciona así con la vida espiritual. Obedecemos por amor a Aquel que nos amó primero, con completa confianza de que su voluntad para con nosotros es buena. Mucho tiempo después comprendí que la falta de sometimiento a mis autoridades terrenales era simplemente mi mal carácter hablando.

La palabra dice: “Y amarás a tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6:5), sólo porque nuestro Dios lo ordena ya debería ser un motivo para que, casi que de manera automática nosotros lo tuviéramos por máxima, pero no siempre es así. Te lo voy a demostrar con una simple pregunta: ¿la mayoría de las cosas que hacemos, las hacemos porque nos toca o por amor?  
Por amor creemos sin aún poder ver. Por amor obedecemos, aunque nos cueste y vaya en contra de lo que creemos nos conviene en nuestra escasa visión terrenal. Por amor recibimos la corrección y aceptamos nuestros errores. Por amor adoptamos el tan doloroso y necesario cambio que conlleva una vida de consagración (porque cambiar sí que duele).

El no poder entender la voluntad de Dios le obliga al hombre a hacer un entrenamiento práctico en la fe. Y si eres como yo, que a veces, solo a veces, no entiende por las buenas, pues te aseguro vas a recibir por misericordia un entrenamiento nivel máster en obediencia, hasta que puedas dejar de tratar de entender y sólo obedecer aún sin comprender.

Hoy mi oración ha cambiado, desde que comprendí que mi camino y mis pasos no me pertenecen y que no siempre me es dado el comprenderlo todo, he aprendido a amar la voluntad de mi Señor porque he degustado de los beneficios de la obediencia. He aprendido que nunca mi voluntad y anhelo es superior al de mi Padre, Él siempre tiene un propósito mejor.

Que hoy iglesia, puedas ser renovado en tu manera de pensar y actuar. Para finalizar, te dejo este versículo que considero es uno de los más revolucionarios que hay en las escrituras, Romanos 12:2 “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.

Devocionales Refúgiate en su Palabra, Casa de Refugio (RG)

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