De Adentro Hacia Afuera
Salmos 103:3-5 RVR1960 “El que sana todas tus dolencias; El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias; El que sacia de bien tu boca de modo que rejuvenezcas como el águila.”
 
Yo sé que al menos una vez los creyentes de corazón hemos sido ministrados sobre la renovación que Dios hace en nuestras vidas en paralelismo con la transformación que padece el águila. Este animal, de increíble imponencia en la naturaleza, llega a una etapa de su vida en la que se aleja de su cotidianidad, asciende a la montaña más alta y a solas, da por basura su esplendor; su instinto natural lo lleva a mudar su plumaje, arrancándose sus plumas de raíz, hasta quedar sin ninguna de ellas. Pero aún no contenta con este desprolijo estado, tiene instintivamente también la necesidad de acabar con su pico, golpeándolo contra una roca fuerte hasta desgarrárselo y por algún tiempo quedar sin este.

Finalmente, luego de todo este proceso de despojamiento de sus vestiduras viejas, el águila es renovada en su plumaje, recuperando el brillo y su pico es nacido de nuevo, siendo revitalizada completamente. ¿Duro este proceso no? El águila actúa de forma instintiva, es decir como un acto del cual no se percata pero que tiene una relación profunda con su conservación. Ella no tiene la conciencia almática de su necesidad de transformación, sin embargo no se niega a ella, porque el resultado es su prolongación de fuerzas y largura en su vida.

La Palabra de Dios en Isaías 40:31RV compara a los creyentes con las águilas, “…pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas, correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán”

Tal vez creamos que solo necesitamos de acudir a Dios para recibir per se sanidad (física o espiritual), restauración, restitución, vindicación y cumplimiento de promesas y puede que El en su infinita misericordia nos conceda todo eso y mucho mas solo con ir a sus pies, pero en el entendimiento de los tiempos que estamos viviendo es necesario que haya un resurgir o renovación de nuestro propósito en Cristo, no solo individualmente sino como comunidad eclesial. Un hijo de Dios, que tiene una correcta comunión con su creador, rejuvenece de manera que se revitaliza, se reinventa y tiene algo nuevo de Dios cada día. 

Tenemos un gran desafío como creyentes fieles y es permitir que el Señor nos renueve para poder recibir lo que nos espera con su segunda venida, pero para ello es necesario arrancar las plumas viejas, representadas en heridas, amarguras, rencillas, envidias o miedos que tenemos guardados en el corazón, y luego de haberlas arrancado, mudar nuestros labios para  que sirvan de testimonio a otros, además de hacerlos puros y dignos de ser herramientas de adoración al Altísimo, con la esperanza de poder ser dignos de recibirle en Sus Alturas.

Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio. (OLAM)

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