Usted y yo decimos algo con nuestra vida. La pregunta que debemos hacernos es: ¿qué decimos?, ¿qué evangelio predicamos con diario vivir?, ¿somos esa carta que todos quieren abrir porque trae buenas noticias?, o por el contrario, ¿somos esa misiva que nadie quisiera recibir? Imaginemos que nos llega una carta de alguien que no conocemos, ¿qué quisiéramos que dijera esa carta?, ¿quisiéramos que nos diera buenas noticias de alegría, consuelo o esperanza?
La palabra de Dios nos llama “cartas de Cristo”. Si, aunque usted y yo no lo creamos eso somos para el Padre, hijos a los que Él envía a hacer su obra con su testimonio. Podemos ser un reflejo de la Biblia que un inconverso jamás leerá, podemos ser sus representantes a donde vayamos sin si quiera hablar de Él, o podemos llamarnos hijos y no reflejarlo.
Una vida transformada es la mejor carta de recomendación que Cristo puede enviar, una vida que refleje el fruto del Espíritu Santo. La palabra de Dios dice que por sus frutos los conoceréis (Mateo 7: 15), no por una vida perfecta, pero sí por una vida que muestre una fe aprueba de todo.
Hoy podemos ser más conscientes de la necesidad de ser lo que decimos ser, hijos que reflejen el amor del Padre, sus buenas noticias, su misericordia, su servicio, su palabra, por impopular que pueda ser; su perdón y su paciencia.
Hoy podemos tomar la decisión de ser cartas dignas de ser presentadas por el Padre a quienes no lo conocen, muros por donde escalen los demás para conocer aquello que nos transformó y restauró. Testimonios vivos de su fidelidad y su amor. ¿De qué quieres que hable la carta de tu vida?
Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (GVO)
#MimetaesEnseñar
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