“Y después de esto derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.” (Joel 2:28-29 RVR1960)
En el Antiguo Testamento leemos sobre las manifestaciones del Espíritu Santo, cómo su voz se replicaba en los labios de los profetas que Dios levantó para servicios extraordinarios. En nuestro tiempo el Espíritu Santo es derramado abundantemente en una secuencia completa, como fue prometido en los tiempos del evangelio. En el libro de Hechos, al apóstol Pedro dice que esto se produjo en los últimos días, los días del Mesías (Hechos 2: 14-36).
El Espíritu Santo trabaja en el corazón de los hombres trayendo convicción de pecado, de justicia, incredulidad y el juicio de Dios. Solo Dios trabaja en el corazón de los no creyentes para llevarlos a una comprensión de la salvación que él ofrece a través de la muerte de Jesucristo.
Cuando Jesús fue glorificado y ascendió a los cielos, el Espíritu Santo fue derramado en la vida de los creyentes durante el pentecostés y ha sido prometido para todos, lo que se conoce como el Bautismo del Espíritu Santo. El haber sido perdonados, tener nueva vida y haber recibido el BAUTISMO no ha sido por las buenas intenciones de cada uno de nosotros, ni por servir mucho más en la iglesia, ni por esforzarnos en ser el mejor cristiano o el más espiritual, sino por JESUCRISTO, por su muerte, resurrección y exaltación.
Un verdadero derramamiento del Espíritu es una actividad sobrenatural que trae consigo milagros, señales, maravillas, salvación, profecía, dones y mucho más. Por eso vemos que cuando una persona ha recibido el Espíritu Santo, es capacitada para demostrar el poder de Dios, a pesar de que muchas veces el derramamiento es limitado por temas religiosos que no transforman o por la falta de fe.
Dios nos dice en Su Palabra, “Mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos” (Isaías 44:3), esto quiere decir que el Padre ha prometido derramar de Su Espíritu para bendecirnos, no solo a nosotros, sino también la vida de nuestros hijos, quitando toda tristeza, enfermedad, desánimo y dándonos a cambio, esperanza para los tiempos difíciles.
Amados, quizás nos hemos sentido vacíos, limitados o hambrientos por algo fresco. El Espíritu Santo hoy nos llama para bautizarnos con Su poder pleno, ilimitado y satisfactorio. Fuimos creados para ser como vasos rebosantes de agua.
Tiempo de Hablar con Dios: Señor Jesús, reconozco que he pecado y que tú moriste por mí, gracias por derramar tu Santo Espíritu sobre mí, ya no tengo excusa para no proclamar tu Palabra a los que me rodean y hacerles entender que recibir tu gracia no es complicado, ni difícil, solo basta con disponer el corazón para aceptar a Cristo con un verdadero arrepentimiento y así seremos salvos. ¡Amén!
2021 Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (JCRR)
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