Jonás 2:4, 7, 10 RVR95: “Entonces dije: “Desechado soy de delante de tus ojos, más aún veré tu santo Templo… Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santo Templo… Entonces Jehová dio orden al pez, el cual vomitó a Jonás en tierra.”
Una de las palabras que poco nos gusta escuchar, no sólo por su contenido religioso, sino también porque señala hacia algún punto en lo personal que no se encuentra en orden, donde nos sentimos dueños y señores porque tenemos total autonomía y autoridad, algo así como una libertad que nos entusiasma acariciar en silencio y que no queremos compartir con nadie porque nos gusta tenerla oculta, allí en la oscuridad de nuestro interior, ¿ya sabes qué palabra es?, si, esa misma, Pecado.
Para entender las palabras de Jonás recordemos su definición. Pecado traduce la palabra hebrea “Khatá” cuyo significado básico es “errar o fallar al blanco.” Y ¿cuál es el blanco o meta esperada?, bueno, para resumirlo pensemos en dos mandamientos que sintetizan toda la Ley: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Mateo 22:37-40), entonces, desde esta perspectiva, cuando fallamos en la meta de amar a Dios, fracasamos también en el intento de amar a las personas.
Pero, aunque claramente no dar honra a Dios y a otros, es pecado, generalmente no nos percatamos que estamos fallando y estamos convencidos de que no estamos en ningún error, porque muchas veces “justificamos” nuestro actuar con otros bajo el manto de la ofensa o la herida que nos han causado, así como le pasaba a Jonás con el pueblo de Nínive. Sin embargo, a pesar de parecer estar “justificado” su rechazo, Jonás estaba errando en el blanco de mostrar amor a Dios y, por tanto, al pueblo de Nínive.
El Señor preparó para Jonás un gran pez que lo llevaría a confrontarlo con su error, desde lo profundo del mar, en la más espesa oscuridad, el trato de Dios tendría un efecto poderoso en el corazón del profeta. Ese estado de oscuridad contrasta con la imagen de Dios como luz, y describe el vivir en pecado como una falta de conocimiento del amor verdadero de Dios, aquel que cubre multitud de errores.
El alma del profeta desfallecía, pero no por pensar que iba a morir allí, sino porque ese pecado lo estaba apartando de Dios, ese era realmente su dolor por eso anhela ver su Templo, porque aun estando en lo profundo del mar, dentro del vientre de un pez, se DETERMINÓ A VOLVER SU CORAZÓN AL SEÑOR.
Desde el oscuro lugar donde te encuentras, Dios esta preservando tu vida porque su plan contigo no se ha detenido, no ha terminado, aunque hayas tomado las riendas de tu vida y sigas el camino que dictan tus deseos, en esa oscuridad necesitas DETERMINARTE a ver su Templo, a volver a su casa, a estar con Él y reconstruir tu amor y honra para Él.
Dios tiene un lugar para preservarte de tus decisiones para que vuelvas a su luz, para que vuelvas a entender y aceptar Su amor de tal forma que puedas amar a otros, sin condiciones. Sabes ¿qué está haciendo Jesús en estos momentos? ÉL ESTÁ INTERCEDIENDO POR TI.
No hay un lugar donde Dios no pueda escucharte, aún desde lo más profundo de tu situación tendrás esperanza.
“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo porvenir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.” (Romanos 8:38-39 RVR95)
2021 Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (KMR)
Leave a Reply