“Pido en oración que, de sus gloriosos e inagotables recursos, los fortalezca con poder en el ser interior por medio de su Espíritu. Entonces Cristo habitará en el corazón de ustedes a medida que confíen en él. Echarán raíces profundas en el amor de Dios, y ellas los mantendrán fuertes” (Efesios 3:16-17 NTV)
Tener o estrenar una casa es el sueño de la mayoría de las personas en el mundo. Este tiempo especialmente, nos ha motivado a renovar nuestra vivienda, remodelar espacios y para algunos ha sido necesario buscar un mejor lugar para vivir, pero te has imaginado que llega el día anhelado de irte a tu nuevo hogar, llegas con todas tus cosas empacadas en un camión y encuentras que la casa está ocupada con muchos objetos porque alguien la está usando como bodega o encuentras que una familia ya está viviendo allí, en el lugar por el que ya pagaste un precio alto… ¿qué harías?
Somos un producto sin terminar y así será hasta que nos encontremos cara a cara con el autor de nuestra fe, pero mientras estamos en este mundo, como peregrinos que somos, la Palabra nos revela algo majestuoso y es que Cristo, el Hijo de Dios quiere habitar en nuestro corazón.
Habitar, significa ocupar algo y vivir en él. Jesucristo, la esencia misma del amor, de la vida, la fuente de toda inspiración y de nuestra salvación quiere habitar en nosotros. Sin embargo, como ya vimos, necesitamos vaciar para poder llenar, este un requisito esencial y creo que ya entiendes hacia dónde me dirijo… Sí, eso que está ocupando nuestro corazón y que tiene un nombre distinto al de Jesús, necesitamos quitarlo de allí, necesitamos desocupar para que Él pueda llenarlo todo.
La palabra: “entonces” nos indica una consecuencia o resultado al hacer algo: Fortalecernos en el poder de su Espíritu y vaciar nuestra alma para que El habite en nosotros, dos cosas fundamentales para tener raíces profundas en la vida cristiana. Un árbol es vulnerable si sus raíces no son profundas, en este tiempo de desierto y de prueba necesitamos revisar nuestras raíces para que, a pesar de la tormenta, de los fuertes vientos que nos azotan, podamos permanecer firmes, sin importar lo que veamos o escuchemos alrededor, ¡fortalecidos en Su Espíritu nada podrá derribarnos!
Al hacer de nosotros Su habitación estamos renunciando a nuestros derechos y cediendo lo que somos al que ya pagó un precio alto por habitar en esta casa que somos cada uno, somos hechura suya (Efesios 2:10), su pueblo y no hay nada que pueda ser mejor que rendirnos a Él para que gobierne con libertad y nos libre aún de nosotros mismos y de nuestra constante tendencia al pecado.
La única relación de dependencia que necesitamos en la vida es con Jesús. Él habita, mora en nuestras emociones, en el intelecto, en todo los que somos y permitir que esto sea así debe ser nuestro motivo de alegría, ver que es El en nosotros y a través de nosotros, “Él debe tener cada vez más importancia y yo, menos” y esto tiene una justificación: “Él vino de lo alto y es superior a cualquier otro. Nosotros somos de la tierra y hablamos de cosas terrenales, pero él vino del cielo y es superior a todos” (Juan 3:30-31 NTV).
Bendito Padre, perdónanos por tener ocupada esta tu morada, por buscar en diferentes cosas o personas ayuda, amor, confianza o porque aún estamos tan llenos de sí mismos que no nos rendimos a tu deseo de habitar en nosotros, hoy reconocemos que te necesitamos y queremos vaciar nuestra alma, necesitamos ser fortalecidos por tu Espíritu porque queremos ser luz en medio de este tiempo, porque aunque las muchas aguas vengan no queremos ser derribados sino permanecer, para que otros sean testigos de Tu poder y Amor en nosotros, porque nada nos podrá separar de Ti, te pertenecemos, pagaste un precio y lo menos que podemos hacer es rendirnos ante tu Majestad para que mores y gobiernes en nuestro corazón. ¡Amén!
KMR – Casa de Refugio
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