“Entonces Cristo habitará en el corazón de ustedes a medida que confíen en él. Echarán raíces profundas en el amor de Dios, y ellas los mantendrán fuertes” (Efesios 3:17 NTV)
Alguna vez te ha pasado que, te invitan a quedarte una temporada en casa de alguien y es tan mala tu experiencia que ¡no quieres volver a ese lugar nunca más! O viceversa, hay lugares en los que te sientes como en casa y te hacen sentir parte de la familia, de tal forma que no tienes ningún problema con habitar junto con ellos, si tienes que irte realmente te duele abandonarlos.
Es distinto habitar y alojar o tener a alguien como huésped. Cuando tenemos a alguien como huésped, esta persona disfruta de nuestra compañía y hospitalidad, pero esa persona no se establece ni tampoco goza de los mismos beneficios de aquellos que habitan en el hogar, para eso debe existir un componente muy importante: Confianza. Para que Cristo habite en nosotros es necesario permitirle voluntariamente que se apropie de nuestro corazón, mostrar que confiamos en él lo suficiente como para que Él habite y haga lo que considere con nosotros, si es necesario renovar, transformar o limpiar…
“Jehová de los ejércitos, Dichoso el hombre que en ti confía” (Salmos 84:12 RVR1960)
Sólo abrimos la puerta de nuestra casa a alguien en quien confiamos, de lo contrario no, sólo así esa persona podrá establecerse. Nuestras dos series anteriores aprendimos sobre las instrucciones del versículo 16, seguirlas tendrá como resultado que Cristo habitará en nuestro corazón en la medida que confiemos en Él, ¿cómo está tu medida de confianza en Jesús? ¿Estás en el punto en el que El habita contigo o solamente es tu huésped temporal? En ambos casos se está a gusto, pero no se tiene el mismo resultado en cada uno.
Ananías, Misael y Azarías, tres hombres con raíces profundas (Daniel 1:1-7), fueron hombres reclutados para servir en el palacio real de Babilonia, presionados para abandonar su identidad como judíos, renunciando a sus costumbres y negando las leyes de la Torá. Sin embargo, ellos prefirieron ser fieles a Dios y marcar la diferencia, pudieron ser fructíferos en medio de su esclavitud.
Estos hombres podían disfrutar de todos los beneficios del palacio, pero decidieron apartarse y cumplir los mandatos de Dios. En la vida cristiana siempre tenemos que enfrentarnos ante una situación que nos pone a elegir entre contaminarnos o no y siempre somos libres de elegir…
“Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias…” (Daniel 1:17), en medio de la esclavitud, Dios usó sus capacidades y les dio dones para sobresalir, tanto así que levantaron la envidia de siervos del rey, al punto que “maliciosamente” fueron acusados de desobedecerle y fueron enviados al horno de fuego. Pero fue tal el nivel de confianza en Dios que salieron victoriosos de tan dura prueba, ni siquiera sus cabellos o sus ropas sufrieron daño, ¡ellos alababan a Dios en medio de las llamas! su confianza fue en tal medida que hizo que la presencia misma de un cuarto hombre (una presencia divina) los ayudara en esta prueba, y el rey del gran imperio de Babilonia terminó alabando al gran Rey de Reyes y Señor de Señores: “Entonces Nabucodonosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en Él…” (Daniel 3:28).
La invitación de Dios para nosotros hoy es: ¡CONFÍA, Yo quiero habitar contigo, el único fuego que arderá, será el de Mi Espíritu en ti!
“Entrega al Señor todo lo que haces; confía en él, y él te ayudará” (Salmos 37:5 NTV)
KMR – Casa de Refugio
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