Este pasaje siempre confronta mi vida, porque nos muestra el amor con el que Dios nos ve y el poco entendimiento que muchas veces tenemos para escucharlo.
Jesús comienza la conversación con la mujer Samaritana en forma de favor, y ella contesta incrédula sin saber que el favor era para ella de parte de Dios. Como bien lo dice el pasaje, los judíos y samaritanos no se trataban entre sí, por lo que la mujer no entendía por qué Jesús le dirigía la palabra y mucho menos por qué pedía su favor, pero es importante entender que este pasaje bíblico nos muestra la humanidad del Señor Jesús y su interés por las almas. Sin importar la raza, posición social o los pecados que había cometido, El Señor mostró interés por esta mujer, explicándole por medio de una parábola que él podía darle esa agua espiritual que saciaría la sed de su alma.
Por tanto, de la misma manera que el cuerpo nos pide beber agua cuando tenemos sed, el alma también necesita saciar la sed espiritual. Pero cuando esto ocurre, generalmente buscamos saciar esta sed en cosas equivocadas que creemos encontrar en el mundo.
El Señor Jesús quería enseñarle a esta mujer Samaritana, así como por medio de la palabra nos enseña a nosotros, algo que en ese momento ella no podía entender, debido a que creía erróneamente que recibiría quizá agua que saciaría su sed física por siempre, para no tener que volver al pozo cada día. El Señor quería enseñarle el paralelo que tienen las cosas físicas y las espirituales, mostrando de esa manera que Dios es la única fuente de agua viva que tenemos con nosotros.
En conclusión, no existe forma de saciar nuestra sed espiritual si no es teniendo y aceptando a Dios en nuestra vida, él es el único que puede saciarnos, pero depende de nosotros aceptar el agua de vida que nos ofrece, pues, así como Jesús sabía quién era la mujer samaritana, sabe quiénes somos nosotros y sin importar nuestros pecados siempre será nuestra fuente de agua viva.
Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (MM)
#MimetaEsEnseñar
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