Dulce Disciplina
Hebreos12:1, 11 y 14 RVR1960: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante…” “11. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados…” “14. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.”
 
Este capítulo 12, para algunos, es conocido como el capítulo de la esperanza y trae grandes enseñanzas. A partir de los 3 versículos que leí, me detendré a resaltar la relación que hay entre despojarse de todo peso y del pecado, la disciplina y la paz.

La paz no se alcanza en una marcha ni se logra con terapias, ni tampoco se pacta en un acuerdo, la paz verdadera es parte del fruto del Espíritu Santo, según Gálatas 5: 22-23 que dice: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. Sin embargo, esa paz, así como el resto del fruto del Espíritu Santo, solo se logra con disciplina, esa que necesitamos porque no somos perfectos, estamos llamados continuamente a examinarnos y corregirnos, lo que, por supuesto no nos gusta, pero es parte del proceso de santificación que experimentaremos hasta que el Señor nos llame a Su presencia. La disciplina hace parte fundamental del hijo de Dios y es la única que nos enseña a correr la carrera sin pesos ni pecados, valorando con profundidad la obra de Cristo en la cruz y con la esperanza de una vida eterna junto a Él, como la verdadera razón de nuestra existencia.

Cuando era adolescente, me pusieron en disciplina en la iglesia por comportarme indebidamente en un campamento juvenil, siempre consideré la disciplina como un castigo, jamás como un acto de amor que me ayudaría a madurar. Dejé que pasara el tiempo de disciplina para volver a servir como si el servicio al Señor fuera la prioridad, duré mucho en entender que la prioridad era el Señor a quien servía y mi corazón hacía Él. 

Te has preguntado ¿cuál es tu reacción cuando Dios te disciplina? Una puede ser despreciarla. Muchas veces he pensado que el trato de Dios conmigo es innecesario, quizá el del lado si requiera esta lección, pero yo no y eso ha ocasionado que tome con ligereza lo que el Señor quiere enseñarme o peor aún que no capte Su mensaje. Otra reacción puede ser tomarla como inmerecida. Yo que he servido al Señor no merezco estar pasando por esto, cuánta gente perversa hay afuera y en cambio yo que soy Tu hija no debería vivir esto. Esta reacción me ha traído mucho desanimo, como si mi situación fuera la peor del mundo, cuando realmente hay tanta necesidad alrededor. Una tercera reacción puede ser soportarla sin aprender la lección. He pasado largas temporadas de sequía hasta normalizar vivir en el desierto que es sin duda un lugar de paso para ser transformada. Viví en un desierto por años que se hubiera resuelto mucho antes si tan solo hubiera entendido el mensaje del Señor cuando me gritaba que estaba interesado en mi corazón más que en cambiar una situación o una persona como si eso resolviera todos mis problemas. Di vueltas y vueltas con la salida al lado y por supuesto con mil argumentos legítimos que no eran de Cristo. Una cuarta reacción, la encontramos en el versículo 11: «Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados«. La verdadera razón de la disciplina es ejercitarnos en buscar el propósito de Dios cuando hay problemas, cuando viene el sufrimiento, cuando nos sale al encuentro el enemigo. A veces ese propósito será no ceder a los deseos pecaminosos, dejar de ser autónomos y obstinados, esperar pacientemente, escuchar y servir a otros, descansar, no temer, dejar de tratar de controlarlo todo.

Yo alardeo de ser hija de Dios, Él ha sido mi único Padre y precisamente por eso hay muchas cosas que debo aprender, así que me la paso de disciplina en disciplina para al final dar el fruto de justicia y paz con el cual podré correr mi carrera sin pesos ni pecados. Te invito a resignificar la disciplina del Señor en tu vida y buscar el propósito detrás de cada una, entonces vivirás en paz con Dios, contigo y con todos.

Devocionales Refúgiate en Su palabra, Casa de Refugio (MP)

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