Nehemías 4:1-6 RVR95: “Cuando oyó Sanbalat que nosotros edificábamos el muro, se enojó mucho, se enojó y se enfureció mucho, y burlándose de los judíos, dijo delante de sus hermanos y del ejército de Samaria: – ¿Qué hacen estos débiles judíos? ¿Se les permitirá volver a ofrecer sus sacrificios? ¿Acabarán en un día? ¿Resucitarán de los montones del polvo las piedras que fueron quemadas? Y estaba junto a él Tobías, el amonita, el cual dijo: -Lo que ellos edifican del muro de piedra, si sube una zorra lo derribará. «¡Oye, Dios nuestro, cómo somos objeto de su desprecio! Haz que su ofensa caiga sobre su cabeza y entrégalos por despojo en la tierra de su cautiverio. No cubras su iniquidad ni su pecado sea borrado delante de ti, porque se han airado contra los que edificaban». Edificamos, pues, el muro, y toda la muralla fue terminada hasta la mitad de su altura, porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar.”
En la época de Nehemías, el Imperio Persa era el de mayor poder en el mundo, por otra parte, Israel estaba dispersa, su capital Jerusalén, estaba casi destruida, los muros caídos y las puertas quemadas, era una ciudad vulnerable a merced de cualquier banda de forajidos. Además, la ruina no sólo era física, porque espiritualmente también estaba despedazada, debido a que muchos de los judíos habían emigrado a otras naciones, y habían perdido su identidad cultural y espiritual.
Hoy en día podemos ver familias y hasta comunidades enteras en ruina, económica, física y espiritualmente, pero El Señor en su fidelidad levanta líderes, verdaderos edificadores para ser usados por Dios para construir sobre los escombros. Sin embargo, se van a levantar enemigos que se van a llenar la boca de palabras de desánimo para tratar de parar esa edificación de nuestras vidas, nuestras familias, nuestras congregaciones y comunidades. Dirán que somos débiles, que hemos reincidido en pecado, que no tenemos la experiencia, que no somos lo suficientemente buenos para estar delante de la presencia de Dios, que Él no nos ama, alimentando sentimientos de culpa, vergüenza, desolación. Así es que nos quiere ver el enemigo, sometidos, con apatía, tristeza, flojera o cualquier otro obstáculo para buscar a Dios.
¿Pero qué crees iglesia? ¡hay buenas noticias para todos!, a pesar de que fallamos y fuimos cautivos, tenemos un gran Campeón que murió y resucitó en la cruz del calvario por nosotros, se llama Jesucristo, El Rey de gloria, quien expuso públicamente todas las potestades, derrotándolas, y dándonos la puerta de entrada al Padre, para que a través de la fe en Jesús, confesando con nuestra boca que él es El Señor, y creyendo de corazón que Dios le levantó de los muertos, seremos salvos; que al que el Hijo hizo libre, es libre en verdad; que separa nuestros pecados de nosotros como está separado el oriente del occidente, y cambia nuestra tristeza en danza, nos ciñe de alegría, y esa verdad, si la creemos, la confesamos, si la vivimos, desvirtúa cualquier mentira que el enemigo y sus secuaces nos quieran meter por los ojos. Nos edificamos en El Señor, en su palabra, en nuestro salvador, Jesús, formados por El Espíritu Santo conforme a Su carácter, esa es la verdad que debemos creer y vivir.
Nehemías 4:16-17 NTV: “Sin embargo, de ahí en adelante, solo la mitad de los hombres trabajaba mientras que la otra mitad hacía guardia con lanzas, escudos, arcos y cotas de malla. Los líderes se colocaron detrás del pueblo de Judá que edificaba la muralla. Los obreros seguían con el trabajo, sosteniendo con una mano la carga y con la otra un arma.”
Vemos ese doble rol como edificadores y soldados, lo que hoy en día para nosotros significa que debemos edificar, pero siempre estando alertas, apercibidos, despiertos y llenándonos de la presencia de Dios, así como las vírgenes prudentes procuraban tener sus lámparas llenas de aceite, de esta manera, sin importar las acechanzas del enemigo, ya no nos convencerá, es más ¡huirá!, porque nos someteremos al Señor, resistiremos al enemigo y él huirá de nosotros.
Perseveremos en edificarnos, estando alertas, para que nunca más dejemos que la culpa o la vergüenza nos confundan, sino que vivamos pegados al Señor, al abrigo del Altísimo, para que, en nuestra mente y corazón, podamos escuchar esas palabras de nuestro Abba, diciéndonos: ustedes son mis hijos, en quienes tengo complacencia.
Devocionales Refúgiate en Su Palabra – Casa de Refugio (JENM)
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