“No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora. Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho. Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste.” (1 Samuel 1:16-18 RVR1960)
La humanidad se ha maravillado siempre con los testimonios de fe en los libros históricos de la Biblia, y 1 de Samuel no es la excepción; historias como las de Ana y Elcana, padres del Profeta Samuel, nos ilustra sobre una pareja Israelita que padeció la dificultad de concebir un hijo, situación que puso a prueba su fe y los llevó a ser testigos de lo que puede hacer nuestro Dios en medio de un ambiente de evidente infertilidad y lucha con la incredulidad propia y colectiva, pues en tales circunstancias se gestó en el vientre de esta victoriosa mujer, uno de los personajes más influyentes del antiguo testamento.
La fe traducida en la transformación de Ana por medio del Espíritu de Dios permitió que aquella mujer, algún día siendo estéril, estrechara entre sus brazos su anhelado hijo: El momento cumbre de este relato se da cuando Ana entrega sus congojas al Señor, sus aflicciones, para que de manera anticipada pudiese disfrutar de la alegría y la esperanza que genera haber recibido lo deseado. “porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora” esta enorme declaración manifiesta el profundo dolor que Ana derramó delante Dios, señales de una mujer que vació en oración su corazón en el Señor con la esperanza en sustituir de raíz su amargura, la misma que su incredulidad había germinado en su alma, recibiendo sin cuestionamientos su promesa: “Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho”, pues es de resaltar que a partir de ese instante decidió jamás recoger el dolor que había sido entregado a Jehová, y tomar “su Camino” el mismo que Dios había preparado para ella, aquel lleno de provisión donde podía comer con libertad y disfrutar de la alegría de saberse amada y bendecida.
Como consecuencia de lo anterior, tan solo fue cuestión de tiempo para que en su vientre se gestara lo Insospechado de Dios: Samuel, el gran Sacerdote, profeta y juez de Israel. Este relato también nos enseña que el tiempo no es un problema para nuestro Señor Jesucristo, ya que tan solo fue cuestión de pasar de un versículo al subsiguiente (del 18 al 19 de 1 Samuel) para darnos cuenta de esta realidad: “Y levantándose de mañana, adoraron delante de Jehová, y volvieron y fueron a su casa en Ramá. Y Elcana se llegó a Ana su mujer, y Jehová se acordó de ella.” (1 Samuel 1:19 RVR1960) Es asombroso darnos cuenta que la respuesta de Dios está solícita a manifestarse de acuerdo con nuestra manifestación de fe, y nos deja perplejos constatar que el Señor no solo concede el anhelo de nuestros corazones sino que va más allá de estos, justo hasta donde su ilimitado propósito lo considere necesario y así sucedió con Ana, ya que además de permitirle nuestro Señor conocer el fruto anhelado de su vientre; este llego a marcar un antes y un después no solo en su vida, sino en la vida de toda la nación de Israel y aún hoy día en la nuestra.
Señor te entregamos nuestros anhelos y deseos, nuestras congojas y aflicciones, para que seas tú quien les des grandiosa forma de acuerdo con tu voluntad, acorde con el propósito que tengas en nuestras vidas; te damos gracias, Señor, por mantener viva nuestra fe, para que hallemos y conozcamos de esta manera lo insospechado de tu voluntad en nosotros, las cosas inmensas que tienen para nuestras vidas en servicio y beneficio de nuestro prójimo. Te lo pedimos y suplicamos Señor. Amén, amén y amén.
2021 El Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (FJCG)
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