En este pasaje Jesús nos enseña varios principios para tener en cuenta: el primero de ellos es que nuestro Señor es consciente de nuestras necesidades y está dispuesto a satisfacerlas.
Una necesidad que se hizo manifiesta en la actitud de estas personas fue la sed espiritual, pues caminaron varios kilómetros para poder escuchar las palabras de Jesús, y El Señor luego de pasar todo el día de un lado para el otro junto con los apóstoles, atiende la necesidad espiritual del pueblo. Esta situación nos permite encontrar otro principio, y es que El Señor sale a nuestro encuentro cuando le buscamos de corazón.
Otra necesidad evidente y natural en las personas que seguían a Jesús, la cual nunca fue ignorada por él, fue la de suplir el alimento físico, puesto que el pueblo se había dado un banquete espiritual, pero ya empezaba a caer la tarde y era normal que tuvieran hambre. Jesús de una manera poderosa multiplica los panes y peces, y enseña a que en armonía todos podemos compartir las bendiciones de Dios, y ese compartir es totalmente afín al llamado que tenemos en amor de servirnos los unos a los otros.
El resultado de compartir la bendición de Dios fue que todos quedaron saciados y hubo tal abundancia que sobró. Hoy en día El Señor sabe de qué tenemos necesidad, sale a nuestro encuentro cuando le buscamos y está dispuesto a bendecirnos supliendo nuestras necesidades, para que en amor compartamos y nos sirvamos unos a otros.
Devocionales Refúgiate en su Palabra, Casa de Refugio – JENM
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