El David que hay en mí

Hace poco leí que cuando Dios permite un Goliat en nuestra vida es porque ve en nosotros un David, en aquel momento recordé la razón de los desiertos. 

Dios no nos envía al desierto para destruirnos sino para acercarnos a Él y enamorarnos, para que lo conozcamos y sobre todo para formar el carácter que Él quiere en nosotros. El profeta Oseas nos dice lo siguiente:

A pesar de todo eso, llevaré a Israel al desierto, y allí, con mucho cariño, haré que se vuelva a enamorar de mí. (Oseas 2:14 TLA)

Entonces hay algo que también Dios quiere que sepamos y es que cuando le permitimos sanar nuestras heridas, Él las usará para sanar a otros, el apóstol Pablo tenía muy clara esta lección, veamos:

El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.” (2da de Corintios 1:4 RVR1960)

Eso significa que cada lágrima, cada tribulación, cada dolor, tiene un propósito con nosotros que no es en vano. Dios nos da la oportunidad de sanar a los que vendrán con una situación similar, con el entendimiento que en Su Espíritu hemos recibido, para que a través de la experiencia vivida hablemos de lo que sabemos y de cómo lo superamos con la ayuda de Jesús. Y como si no fuera suficiente con esto, en las escrituras hay otra promesa maravillosa sobre las tribulaciones:

He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad.” (Jeremías 33:6 RVR1960)

Dios nos promete sanidad y medicina en cualquier situación física, emocional o espiritual, nos dice que nos cuidará pero además dice que nos traerá una revelación de su paz y su verdad. O sea que, después de cada tribulación ¡tendremos una mayor revelación de su paz y su verdad!

Solo por eso ya esa situación es una oportunidad maravillosa de madurar espiritualmente, de buscar la presencia de Dios más que sus milagros, de entender que cada situación nos hace bien y que a veces incomodarnos, significa crecer y conocer los secretos del reino de los cielos y a Su Creador.

Pasar por cualquier tribulación significa conocer al David que hay en cada uno de nosotros, crecer, madurar, también ser capacitados y entrenados para ayudar a otros, que como nosotros, alguna vez se sintieron perdidos y sin dirección, pero además, ¡es ser sanados y tener una revelación por parte del Rey del universo!

Hoy oro para que esta palabra llegue a nuestro corazón y sane las heridas que han dejado los dolores, pero además que llegue a muestra mente y resignifique las circunstancias que no nos gusta vivir para que entendamos el propósito de Dios y podamos vivirlas de la mano del CONSOLADOR, con gozo y paz, pero sobre todo, con la convicción de que Dios siempre es bueno y que eso que vivimos y nos dolió nos hará sus mejores siervos.

Las dificultades que tenemos son pequeñas, y no van a durar siempre. Pero, gracias a ellas, Dios nos llenará de la gloria que dura para siempre: una gloria grande y maravillosa.” (2 Corintios 4:17 TLA)

Devocionales Refúgiate en Su Palabra – Casa de Refugio (GVO)

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