El Gobierno que me Bendice
 
Lucas 7:6-8 RVR1960: “Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo; [7] por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano. [8] Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a este: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.”
 
Cada vez que leo este pasaje siempre pienso en la tremenda fe que tenía este centurión que ni siquiera pidió que Jesús estuviera presente en su casa para sanar a su siervo, es más ni siquiera fue personalmente a solicitar el milagro, sino que con que Jesús diera la orden, era suficiente para que el siervo fuera sanado.
 
Sin embargo, si leo con más detenimiento me doy cuenta de que la fe de este hombre estaba cimentada en dos pilares esenciales: en el testimonio de Jesús y en el fuerte principio de lo que es un verdadero gobierno. Este hombre tenía soldados y siervos a cargo, a quienes les daba órdenes y aquellos obedecían, porque había una relación de autoridad establecida. De igual manera, debido al testimonio que había escuchado de Jesús, el centurión sabía que el Maestro tenía autoridad sobre las enfermedades, los demonios y ¡hasta sobre la naturaleza! Por eso aquel hombre no necesitó hacer un curso de crecimiento espiritual, un discipulado o asistir a múltiples seminarios que le hablaran de la fe, con esto no quiero decir que aquello no sea importante, lo es como herramientas para formarnos, pero así como el centurión tuvo fuertes convicciones del poder y la autoridad de Jesús, así también hoy en día debo ratificar mis convicciones en pro de nunca dejar de creer en la autoridad de mi Señor.
 
Cuando acepto a Jesús como Salvador y Señor de mi vida, reconozco que Él es mi Salvador porque pagó el precio por mi salvación, pero nunca debo olvidar que también es mi Señor; por lo tanto hay una relación de autoridad sobre mí, una autoridad que me inspira a obedecerle, y al hacerlo, soy bendecido, ya que dicha obediencia tiene como resultado el favor de Dios. Además que soy salvo porque Jesús tuvo autoridad sobre la muerte al vencerla y en la cruz expuso a todas las potestades, luego ese gobierno de Jesús sobre la muerte y las tinieblas también me salva.
 
Entendiendo esto, reafirmo que mi fe está cimentada en esos pilares también: en el poderoso testimonio de Jesús y también en el principio de gobierno que ejerce sobre mí, donde en humildad muero al yo para que Él crezca, admito que necesito su salvación, reconozco que sus pensamientos son más grandes que los míos, que sus caminos son correctos y me llevan a vida y verdad, que su amor es incomparable y que este gobierno de mi Señor que me cobija también es necesario que se establezca en mi familia, y mi nación, porque es un gobierno que no defrauda, sino que nos arropa y nos bendice aún más allá de lo que pensamos y pedimos.
 
Devocionales Refúgiate en su Palabra, Casa de Refugio – JENM

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