“Jesús le dijo: —Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.” (Juan 14:6 RVR95).
“La verdad no siempre es popular pero siempre es correcta” (Anónimo). Cuán difícil es en ocasiones hacer lo correcto, el miedo y el qué hará o pensará el otro nos lleva a ocultar lo que es correcto, la verdad. Jesús no sólo nos enseñó que nos es necesario decir la verdad, sino que El mismo la encarnó. Su hábito de decir la verdad nos muestra que necesitamos la determinación de hacer lo correcto, aún ante las personas que amamos, porque a veces por “amor” ocultamos la verdad.
Jesús nos mostró que la verdad es el límite para la libertad, “y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.” (Juan 8:32 RVR95). Aquellas personas que viven en la verdad son libres, y esto aplica en todos los aspectos, no sólo en el ámbito espiritual conocer la verdad de Cristo nos libera, sino que en la vida práctica llámese trabajo, amistades, relaciones y familia también somos libres, ocultar la verdad nos hace esclavos de algo o de alguien. Jesús nuestro modelo perfecto habló la verdad siempre a pesar de las consecuencias.
Jesús nos enseña que Satanás es la fuente de toda mentira (Juan 8:44). “Para nuestra sociedad, la verdad es una medicina demasiado fuerte que debe ser diluida para poder digerirse. En su forma más pura, la verdad no es una palmadita en el hombro; es un fuerte reproche. Lo que Moisés trajo en sus manos del Monte Sinaí no fueron algunas tímidas sugerencias sino Diez Mandamientos” (Ted Koppel). La biblia nos enseña que por nuestro fruto seremos conocidos, esto es algo sencillo y práctico: actuar siempre con mentira y hablar mentira es una evidencia de que nuestra vida no esta siendo gobernada por Dios, sino por el padre de toda mentira.
Jesús nos mostró la importancia de decir la verdad en el momento correcto. Jesús no mostró su divinidad a todos sus discípulos en el Monte de la Transfiguración, ni lo hizo improvisadamente, para mostrar tal verdad él escogió algunos de sus discípulos y el momento más indicado (Mateo 17:1-13). La verdad siempre tiene un momento justo para mostrarse, lo importante es tener la dirección de parte de Dios y nunca ser tropiezo para ella. A través de la última cena, Jesús no solamente estaba dejando un mandato a sus discípulos y a todos nosotros, sino también era el momento de explicarles que tenía que morir y que uno de ellos lo traicionaría (Mateo 26:26-30).
Sin embargo, es importante tener claro que no estamos obligados a decir todo lo que sabemos. Necesitamos la sabiduría de Dios para saber qué decir y qué callar. Que algo sea cierto no implica que deba ser necesariamente comunicado por nosotros.
Jesús mantuvo la verdad absoluta. Al pecado debemos llamarlo como es, pecado. No podemos disfrazar la verdad porque esto termina poniendo a las personas en un lugar de mayor preeminencia que Jesús, que es la misma verdad. Muchos nos van a odiar por decir la verdad, nos van a considerar muy ortodoxos, quizá perderemos amistades, quizá nuestra compañía deje de ser grata para otros. Claro está que, Jesús sazonó la verdad con amor y gracia, estos componentes jamás pueden faltarnos, porque de lo contrario sólo seremos jueces de otros, tal como lo vimos en el devocional Sé Propicio a Mí, cómo se comportaban los fariseos. Bajo la dirección, el amor y en el poder de Jesús podemos decir la verdad (Juan 2:4, 19 y 10:9).
“Dios nos prohíbe transitar la verdad que no hemos puesto en práctica” (H. A. Ironside) 2021 Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (KMR). Basado el libro, Lo Hábitos de Jesús (Jay Dennis)
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