El Lenguaje de la Alabanza
Jeremías 31:1-3 LBLA: “En aquel tiempo —declara el Señor— yo seré el Dios de todas las familias de Israel, y ellos serán mi pueblo. Así dice el Señor: Ha hallado gracia en el desierto el pueblo que escapó de la espada, Israel, cuando iba en busca de su reposo. Desde lejos el Señor se le apareció, diciendo: Con amor eterno te he amado, por eso te he atraído con misericordia”.

El pasaje de hoy nos dice: “en aquel tiempo”; ¿cuál tiempo? Este hace referencia al tiempo en el que Israel seria liberado de su esclavitud, un tiempo en el que el poder de Dios sería una manifestación notoria del amor por su pueblo.  Ahora, si pensamos en nuestro presente, no estamos lejos de tal evento en nuestra vida. En este año hemos sido llamados a poner en orden nuestra casa, a dedicarnos a autoevaluarnos para santificarnos en espíritu, alma y cuerpo, de tal forma que seamos su habitación, que volvamos a su esencia, y eso no es posible si estamos en la esclavitud de nuestro pecado, por tanto, encontramos aquí un principio sobre el lenguaje de la alabanza: Dios está obrando para liberarnos porque el espíritu de esclavitud es estar llenos de sí mismos, más el espíritu de libertad es estar llenos de él.

Dios no está buscando establecer un reino en la tierra, él ya lo tiene, Dios está buscando que cada uno de nosotros, salga de su esclavitud para que asumamos el papel de reyes y sacerdotes de Su reino, por eso trabaja en nuestra liberación, porque un corazón en esclavitud no puede alabar con libertad, quizás podrá cantar, podrá danzar, pero no habrá una genuina expresión de alabanza, de gratitud si no conoce de qué ha sido liberado y cuál es su propósito, por eso añade: “y ellos serán mi pueblo”, porque un corazón libre conoce su identidad en Dios y en ella halla su alabanza.

Si alabar es expresar con mi vida gratitud, un corazón que permanece en esclavitud está lleno de incertidumbre, y la incertidumbre me impide expresar gratitud. Al fin y al cabo lo que hablamos es la esencia de lo que somos, por eso necesito ser procesado por Dios para tener la certeza, no solo de que soy hijo, sino también un sacerdote que tiene la función de traer la presencia de Dios a todo lugar en el que me encuentre.

Ahora bien, así como los niños a temprana edad, necesitan de un entorno que les brinde herramientas para desarrollar su lenguaje, el creyente necesita un entorno para desarrollar un lenguaje de alabanza y adoración, y el entorno preferido por nuestro Padre es el desierto, porque es nuestro lugar de encuentro con él, el lugar donde somos quebrados, quebrantados por su gracia, y sin quebrantamiento no hay verdadera alabanza. Antes de entrar en la tierra prometida deambulamos por el desierto, el tiempo necesario para ser transformados por la gloria de Dios. Es el lugar donde hallamos gracia, porque allí somos liberados del espíritu servil que vivía sometido al pecado, a nuestros deseos para ahora ser perfeccionados, para que sea quitada la carga de nuestras cadenas y tengamos un nuevo lenguaje, el lenguaje de la alabanza.

La palabra de Dios continúa aclarándonos lo siguiente: “Desde lejos el Señor se le apareció, diciendo: Con amor eterno te he amado, por eso te he atraído con misericordia.” Nuestra peregrinación por el desierto tiene un fin, seremos extranjeros, sin herencia, sin tierra hasta que hallamos el puente que nos atrae con misericordia al Padre, el amor perfecto y puro: Cristo. Como extranjeros no tenemos nación, no tenemos identidad, cuando entramos en el desierto estamos en ese “desde lejos” y cuando lo atravesamos nos encontramos con la gloria de Cristo, el único lugar que puede transformarnos y darnos identidad; entonces somos atraídos a la esencia, a la plenitud de disfrutar el vivir cada día en el amor paternal del Padre.

¿Estás pasando por un tiempo de desierto y de prueba? Entonces, el amor de Dios se ha manifestado a tu vida y quiere enseñarte un nuevo lenguaje, el lenguaje de la alabanza.

Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (KM)

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