“Habló Jehová a Josué, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Señalaos las ciudades de refugio, de las cuales yo os hablé por medio de Moisés, para que se acoja allí el homicida que matare a alguno por accidente y no a sabiendas; y os servirán de refugio contra el vengador de la sangre” Josué 20:1-3 RVR1960
Aprendiendo del poderoso testimonio de Josué, el general en batalla que conquisto a filo de espada la tierra prometida, hoy nos detenemos a analizar el aparte rema de este devocional (Josué 20:1-3) donde sin omitir detalle nuestro Dios, Jehová, da instrucciones a Josué y a su pueblo en cuanto qué hacer, bajo la nueva estructura política, geográfica y social, con las personas que accidentalmente asesinaran a otra; en términos de Derecho actual: “homicidio involuntario;” designando seis ciudades de Canaán donde se le brindaba protección y amparo al sospechoso hasta que su situación judicial se esclareciera, permitiéndoles el acceso a una de estas urbes denominadas: “ciudades de refugio” asentamientos que, según la ley judía, disfrutaban del derecho de asilo previniendo con estas que los dolientes enfurecidos o vengadores de la sangre, tomasen la ley por su cuenta apedreando hasta la muerte a sus victimarios sin haberles otorgado el beneficio de la duda, lo que para la época se denominaba “Pena Capital”
Es evidente en el citado aparte que Nuestro Señor ya había mencionado a través de Moisés el lugar y el motivo donde los inocentes inculpados podrían encontrar refugio: “El que hiere a alguien y le causa la muerte, deberá morir también él. Pero si fue por accidente y Dios lo permitió, yo te indicaré un lugar en donde puede encontrar refugio” Éxodo 21:12-13 BLP. Ya con Josué Nuestro Padre fue más explícito indicando las seis ciudades para la digna condena como lo indican las Escrituras en Josué 20:7-8 RVR1960 donde dice: “ Entonces señalaron a Cedes en Galilea, en el monte de Neftalí, Siquem en el monte de Efraín, y Quiriat-arba (que es Hebrón) en el monte de Judá. Y al otro lado del Jordán al oriente de Jericó, señalaron a Beser en el desierto, en la llanura de la tribu de Rubén, Ramot en Galaad de la tribu de Gad, y Golán en Basán de la tribu de Manasés” lugares donde los victimarios podían ejercer su digna defensa; si previo a su ingreso confesaban sus delitos.
El ejemplo anterior ilustra perfectamente una lección Espiritual en donde todas y cada una de estas ciudades se puede resumir en una sola deidad: Jesús, el mejor de todos los refugios, amparo eterno que con su muerte borró todos y cada uno de nuestros pecados absolviéndonos de la condena, rompiendo las cadenas de los que acudimos a Él en busca de su perdón; tal y como sucedía con los implicados que acudían a las ciudades designadas por Josué en Canaán, con la diferencia que el tiempo de indulgencia de Jesús es tan precipitado como pronto es nuestra confesión y arrepentimiento, en Él no hay que esperar una condena porque con tan solo creyendo en su Palabra obtenemos nuestro perdón, nuestra libertad eterna.
Tiempo con Dios. Señor Padre Santo queremos agradecerte una vez más por perdonar nuestros pecados luego de haber creído en ti; gracias por brindarnos lo perfecto, lo sublime e infinito como lo es tu carácter y tu reino; gracias por nuestra fe, esperanza muchas veces menospreciada por el mundo pero tan poderosa en el Espíritu; Permítenos disfrutar del gozo de estar escondidos bajo tus alas, nuestro refugio hoy y siempre te lo agradecemos Señor. Amén.
2021 Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (FJCG)
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