“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Filipenses 2:5-8
El Apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, hace una súplica vehemente en este capítulo a los creyentes de Filipos; ruega por la unidad de la iglesia, pues el ferviente anhelo de su corazón es que cada cristiano replique el sentir de su Señor.
Ese sentir consiste en no aferrarse a sí mismo. La palabra aferrar significa mantener con fuerza o retener; la Biblia dice que nuestro Señor Jesucristo no estimó su calidad de Dios como cosa a que aferrarse, es decir, que Él decidió no retener la gloria de su deidad con tal de traer salvación a la humanidad. Y es que definitivamente nuestro Dios es nuestro más alto referente, ?qué puede ser más valioso que la deidad? La respuesta es: Nada.
El hacer la voluntad de su Padre prevaleció en Cristo, por eso no buscó retener cosa alguna. Es un reto para Aquellos que nos llamamos Cristianos dejar de retener lo que somos, creemos ser o queremos ser, a fin de alcanzar el supremo llamamiento que hay sobre nuestras cabezas.
Pero no solo eso, nuestro Supremo referente se despojó así mismo. Despojar implica privar a una persona de lo que tiene, la palabra de Dios enseña que nadie lo despojó, Él se despojó así mismo; Juan 10:18-20 dice “Nadie me quita la vida, sino que la doy libremente. Tengo el derecho de darla y de recibirla de nuevo. Eso es lo que me ordenó mi Padre”
Aquí entra el concepto de la intencionalidad, de manera que el Creyente debe voluntariamente renunciar a lo que es, ha sido y desea ser, detectando aquello de su carácter que debe morir, despojándose entonces, de todo aquello que le impide correr la carrera de la fe. Hebreos 12:1 RVR 1960 “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”
En conclusión, nuestro Rey Jesús no solo no se aferró a su gloria y se despojó así mismo, sino que tomó forma de siervo humillándose a lo sumo por amor.
Iglesia, es tiempo de aceptar, ¡cuánto nos cuesta tener este mismo sentir! Luchamos por ser los primeros, los más grandes, pero la bendición está en ser los últimos, los pequeños, Lucas 18:9-24 enseña: “Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. Hoy pedimos asistencia al Espíritu Santo para que haya en nosotros este mismo sentir que hubo en Cristo Jesús, que nuestra meta sea servir como Él lo hizo, soltar como Él lo hizo, renunciar como Él lo hizo a fin de ver cumplida la buena, perfecta y agradable voluntad de Dios Padre.
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