1 Samuel 18:6-9 TLA: “Sin embargo, desde el día en que David mató a Goliat, Saúl comenzó a tener mucha envidia de David. Y es que cuando el ejército regresó de la batalla, las mujeres salieron a recibir al rey y en sus danzas y cantos decían: «Saúl mató a mil soldados, pero David mató a diez mil». Al oír tales cantos, Saúl se enojó mucho y pensó: «A David le dan diez veces más importancia que a mí. ¡Ahora solo falta que me quite el trono!»”.
La envidia y las comparaciones han existido toda la vida y este versículo es una clara muestra de ello.
Hoy les quiero hablar de esto que vivimos a diario, pero que con la sabiduría y sanidad de Dios podemos cambiar. Estos sentimientos que en algún momento de nuestra vida llegan, nos llevan a la amargura y la frustración si nos comparamos negativamente o, por el contrario, a sentir orgullo e ínfulas de superioridad si nos vemos como privilegiados. Claramente, cualquiera de las dos supone una inmadurez espiritual que no podemos dejar pasar sin sanar.
En primer lugar, debemos reconocer que Dios es soberano, Él es Dios y nos dio a cada uno lo que creyó conveniente y mejor aún, lo que creyó mejor. Romanos 9:20-21 TLA nos dice: “Yo le contestaría: «Amigo mío, tú no eres nadie para cuestionar las decisiones de Dios.» La olla de barro no puede quejarse con el que la hizo, de haberle dado esa forma. El alfarero puede hacer con el barro lo que quiera. Con el mismo barro puede hacer una vasija para usarla en ocasiones especiales, y también una vasija de uso diario. “
Segundo, tener gratitud y fe hacia el Señor. Gratitud porque lo que sea que tengamos nos lo ha dado Él, y el corazón de un hijo agradecido reconoce la bondad y fidelidad del Padre en cada cosa, por tanto, no necesita anhelar lo de los demás. Fe porque si nuestra confianza está puesta en Dios, que es la fuente de todo el conocimiento y sabiduría, no podemos probar saber más que Él y pensar que tomamos mejores decisiones sin Él. Así como nuestro Señor es la fuente de la justicia, no podemos pensar que es injusto al darnos más o menos que a los demás, nuestro trabajo es creer y confiar, pues lo que nos ha dado es lo mejor y ha sido provisto para su servicio.
“Los que pertenecen a la iglesia pueden tener distintas capacidades, pero todas ellas las da el mismo Espíritu. Se puede servir al Señor Jesús de distintas maneras, pero todos sirven al mismo Señor. Se pueden realizar distintas actividades, pero es el mismo Dios quien da a cada uno la habilidad de hacerlas. Dios nos enseña que, cuando el Espíritu Santo nos da alguna capacidad especial, lo hace para que procuremos el bien de los demás.” (1 Corintios 12:4-7 TLA)
Finalmente, necesitamos entender que no estamos llamados a parecernos a nadie diferente a Jesús, esta es la única comparación que no nos resulta odiosa. Él es nuestro Modelo a seguir y al que debemos procurar imitar. Mirar a Cristo y entregarle la ira, los resentimientos o celos que tenemos en nuestro corazón. La intimidad con el Espíritu Santo nos lleva a entender que debemos dar este primer paso, por eso hoy pidámosle que nos permita ver a los demás con Sus ojos, que podamos entender que por más perfecta que parezca la vida del otro, no lo es, cada persona tiene sus luchas y dolores que nosotros no conocemos. Mirar a los otros con nobleza de espíritu nos hará sentirnos más agradecidos con lo que tenemos, con lo que Dios nos ha dado y el proceso por el cual estamos pasando.
Devocionales Refúgiate en Su Palabra – Casa de Refugio (GVO)
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