El Perdón y la Justicia de Dios
2 Samuel 12:7-16 RVR1960: “7 Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, 8 y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más. 9 ¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón. 10 Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para que fuese tu mujer. 11 Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol. 12 Porque tú lo hiciste en secreto; más yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol. 13 Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás. 14 Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá. 15 Y Natán se volvió a su casa. Y Jehová hirió al niño que la mujer de Urías había dado a David, y enfermó gravemente.”
 
Para iniciar con lo que el Señor nos quiere enseñar, primero se debe definir una palabra clave: “remitir”, que viene del latín remittere y significa: “enviar algo a una persona de otro lugar, regresar a una persona al lugar de donde vino, quitar una obligación, perdonar.” Quiero que tengamos presentes los dos últimos significados para más adelante. Por otra parte, situémonos en la dispensación de aquella época bajo la cual se desarrolla este relato, correspondiente a la de la “Ley”, distinta a la de hoy día, que es la “Gracia”. También es importante aclarar que a pesar de tener diferentes dispensaciones, Dios es el mismo hoy y siempre, Él no cambia y una de esas características inmutables es su justicia.
 
David era un hombre que tenía una relación íntima con Dios, al punto que le consultaba y obtenía su respuesta y orientación para todos sus asuntos, pero en esta ocasión no fue así, en el contexto de este pasaje podemos ver que David pecó deliberadamente, así que Dios usó al profeta Natán para darle un mensaje específico. Dios aborrece el pecado y para evidenciar el mismo estaba la ley instaurada a través de Moisés. David no sólo cometió adulterio, sino que fue el autor intelectual de la muerte de Urías, su pecado según la ley merecía la muerte, pero David seguía sin reconocer sus fallas y “tuvo en poco la palabra de Jehová” (v.9). A pesar de ser manifiesta la maldad de su corazón, Dios tuvo la iniciativa para restaurar la comunión con su siervo, y especialmente cumplir con su palabra y con el legado que vendría a través del rey; Dios manifiesta su perdón pero también su justicia.
 
David conocía la ley, por eso ante las palabras de Natán, su reacción es: “el que hizo tal es digno de muerte” (v.5). Dios por su infinita misericordia y amor lo perdona, no obstante habría consecuencias sobre toda su casa por su mal proceder y por ignorar la palabra de Dios, es aquí donde vemos el real significado de remitir.
 
Nuestro Dios Justo, en su plan eterno dio a su hijo Jesucristo para que mediante la muerte del Cordero Inmolado tuviésemos vida eterna y fuesen remitidos nuestros pecados. Cristo cumplió la ley por nosotros, ahora que disfrutamos de la dispensación de la “Gracia”, Dios nos ve mediante la sangre de Jesucristo, la sangre que fue derramada para perdón de pecados. Vivimos en bajo la Gracia, pero no por ella debemos vivir en pecado, mi deber como hijo es parecerme cada día más a mi Señor Jesucristo que es Santo.
 
David obtuvo perdón, pero su pecado tuvo consecuencias. Después de la muerte de su hijo, el verso 20 nos dice: “Entonces David se levantó de la tierra, y se lavó y se ungió, y cambió sus ropas, y entró a la casa de Jehová, y adoró. Después vino a su casa, y pidió, y le pusieron pan, y comió”; basado en esta palabra Dios nos regala el siguiente mensaje: “Levántate hijo, sacude el polvo de tus rodillas y no mires atrás, porque he sepultado tu iniquidad y la he echado al fondo del mar. Lávate con mi palabra y con el poder de mi Espíritu, purifícate para vivir en santidad, unge con aceite tus heridas para que sean sanadas, cambia tus ropas y quita todo aquello que no me sea para honra en mi casa que eres tú, y ven y adórame en Espíritu y verdad”.
 
Adorémosle de corazón iglesia, adorar trasciende mucho más allá de una simple canción, es vivir de continuo en Él, agradándole en todo momento.
 
Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (MO)
 #mimetaesperdonar

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