“¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” Lucas 15:4-7 RVR1960
Está en la naturaleza humana sentir una inmensa alegría, un gozo profundo, cuando encontramos aquello que se había perdido, sea objeto u persona; sin duda alguna hay mayor gozo en encontrar lo perdido, que en no haberlo extraviado nunca. Esto me recuerda una situación particular, cuando atravesaba por una difícil situación económica y en el afán por tomarme unas fotos para la hoja de vida, encontré tres billetes de cincuenta mil pesos en el bolsillo del saco de un vestido de paño que llevaba cerca de año y medio sin ponerme; todavía puedo sentir aquella emoción, recuerdo haber elevado este dinero a Dios dándole gracias y literalmente haberme sentido de fiesta.
Así mismo, las escrituras nos revelan que el cielo está de fiesta cada vez que un pecador se arrepiente, ese instante sublime es el preámbulo para reencausarnos al propósito del Padre, allí lo que una vez se perdió por el pecado es restaurado de manera irreversible ¡Qué suenen la orquesta Celestial! En estos pasajes de Lucas: “La parábola de la oveja perdida” junto a la “del hijo prodigo” y “la moneda perdida”, conforman la trilogía de parábolas denominadas de la Alegría, las mismas donde se demuestra el poder inmenso del arrepentimiento, siendo relatado así por Lucas, discípulo de Pablo en su evangelio numeral 15:7 que dice: “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento”
La acción de arrepentirse es motivo de gozo en todas las direcciones, ese sentir que experimentó el padre del hijo prodigo cuando este volvió a su morada convencido de su arrepentimiento también fue experimentado por el hijo al verse acepto ante el Padre, fue entonces el arrepentimiento la llave a la fe, por la cual podemos volver a casa, renunciando a nuestro pasado y retornando a nuestro verdadero hogar en lo espiritual, al corazón del Padre.
Así lo recalcó Mateo en su capítulo 3 versículos 1:2, en lo que se refiere al arrepentimiento: “En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” Aquí se demuestra una vez más que la llave a la fe, para entrar al reino de los cielos es el verdadero arrepentimiento, acción necesaria para aceptar al Cordero de Dios y migrar de Egipto a ese Canaán que Dios nos preparó.
Hermanos, ¿podemos experimentar ese gozo hoy? ¿A pesar de las aflicciones, tenemos el poder de vivir en gozo? Vivir en arrepentimiento es vivir en el gozo del Señor, es vivir fortalecidos, escondidos en el corazón del Padre Celestial, sabiendo que: “las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” Romanos 8:18. Una vida en arrepentimiento es una vida poderosa, que nos eleva por encima de nuestra debilidad carnal y nos hace conocer el inefable gozo celestial, reservado para los hijos de los cielos.
Señor, te rogamos que nos permitas comprender el valor incalculable del arrepentimiento en nuestras vidas, que esta llave a la fe y a tus propósitos sea siempre en nuestro corazón, haznos enseñables, humildes y sensibles, a fin de practicar diariamente el verdadero arrepentimiento, dibujando cotidianamente una sonrisa en tu rostro, ser motivo de tu gozo y vivir fortalecidos en él. Te lo pedimos Señor Amén y amén.
2021 Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (FJCG)
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