Muchas veces me he preguntado ¿qué impacto puede tener un pequeño cambio en mi vida con respecto a la vida de los demás?, ¿hasta dónde puede llegar?, ¿será que sí es notorio?
Esta pregunta es más sencilla de responder cuando analizo las veces que he estado de mal o de buen genio y cómo mi conducta pudo llevar alivio o amargura en las personas con las que interactúo durante el día; al escuchar expresiones como: “eso que me acabas de decir, lo necesitaba escuchar”, o un “gracias” o un “amén”; entonces me doy cuenta que lo que hago si repercute, que soy como una piedra que lanzada en un estanque produce ondas y estas se propagan a lo largo de sus aguas, lo que hago no sólo me afecta a mí, sino también a quienes me rodean y a su vez eso se extiende sobre quienes conviven con ellos y si voy más allá, hasta en pueblos enteros.
Así como un pequeño rumor se puede convertir en una noticia nacional, así también mi fe, mi oración, se pueden convertir en el cambio para un barrio, una ciudad, y hasta una nación. Los grandes cambios vistos en la historia tanto para bien o para mal nacieron de la iniciativa de un hombre o un pequeño grupo de personas. Si yo soy restaurado por Dios, entonces seré su instrumento para restaurar a otros y si esta restauración divina sigue su curso, entonces tendremos una poderosa bola de nieve de restauración que impactará naciones, por eso el profeta nos dice: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti.”
Mi relación con Dios importa al igual que la tuya y la de todos, porque gracias a ella todos podemos ser restaurados, recuerda: “sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria”.
Devocionales Refúgiate en su Palabra, Casa de Refugio – JENM
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