SALMO 119:161-162 Yo no les tengo miedo a los poderosos que me persiguen; sólo tiemblo ante tu palabra. ¡Ella me hace más feliz que si encontrara un tesoro! (Versión TLA)
Como consecuencia de la caída de Adán, el miedo ha sido una emoción que ha acompañado al Ser humano durante todas las edades: “Después de que el hombre y la mujer comieron del árbol prohibido, el Señor Dios llamó al hombre y le preguntó: “¿Dónde estás?”, éste le respondió: “oí tus pasos en el jardín, tuve miedo porque estaba desnudo y me escondí”, entonces le dijo Dios: “¿Y quién te dijo que estabas desnudo?, ¿has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?” (Génesis 3:9-11).
Antes del evento descrito, la Biblia nos narra una relación íntima de Adán con Dios, pero la caída trastocó todo, la relación con Dios se rompió y de pronto el miedo se entronó en el corazón del hombre. La Serpiente engañó a Adán, trayendo vergüenza sobre el Ser humano y continua engañándonos; si hay algo con lo que la humanidad ha tenido que lidiar en especial en este año 2020 de Pandemia, ha sido con el miedo. Pero el Cristiano, por medio de la Cruz ha sido librado de esta maldición pues: “Con su muerte, Jesús dio libertad a los que se pasaban la vida con miedo a la muerte” (Hebreos 2:15).
Iglesia, no hay nada ni nadie que tenga la autoridad de hacernos vivir en temor, por poderosa que sea la persona o la situación, el salmista en el versículo 161 del Salmo 119 declara lo que su experiencia con Dios lo ha llevado a concluir: “no hay persecución que sea digna de mi temor”. Hoy tu y yo debemos entender definitivamente, que no hay razón para temer a nuestros enemigos espirituales y terrenales, porque como hijos de Dios, la suprema autoridad sobre nosotros es la palabra de Dios, por tanto, todo designio de nuestros enemigos es nada ante las bendiciones pagadas en el monte el calvario por nuestro redentor el Señor JESUCRISTO.
Hoy aprendemos que un pueblo que tiembla ante la palabra de Dios, disfruta del privilegio de ver deshecha toda obra de las tinieblas en su contra, saboreando la delicias y disfrutando de los maravillosos tesoros decretados en el cielo a su favor; es hora de que presenciemos por medio de esta convicción, como el Creador del universo avergüenza, haciendo polvo y ceniza, cada uno de los que llamándose a sí mismos “poderosos” pretendieron dañarnos.
Amado Rey JESUS, ayúdanos a temblar únicamente ante tu palabra, ante la maravilla de tus revelaciones, que todo nuestra reverencia esté reservada para lo que tú has decretado con tu inigualable autoridad. Hoy renunciamos a escuchar las palabras de nuestros adversarios y nos negamos a dejarnos persuadir por sus obras. Te rogamos que en este momento nos des la gracia que le diste al Salmista, para entender que hemos sido hecho libres del temor a la muerte y a toda maldición en tu Nombre, que es sobre todo Nombre: JESUCRISTO EL REDENTOR.
Amen.
LCR – Casa de Refugio
Leave a Reply