La palabra de Dios en el Antiguo Testamento, nos relata la importancia que tenía para Jehova mismo, dar a su pueblo cada una de las instrucciones de cómo vivir como un hijo suyo, tanto en lo físico como en lo espiritual.
La Biblia describe también específicamente, el lugar en el que el pueblo de Israel se encontraba con Dios a través de sus sacerdotes. Había en el Tabernáculo y en el Templo un lugar muy especial, aquel lugar en el que solo podían estar los hombres escogidos por Dios mismo para verse cara a cara con él, ese lugar de tanto privilegio entonces, no podía ser visto por nadie más, porque allí había un velo, una tela muy fina y seguramente hermosa. El autor de hebreos lo cuenta así:
“Tras el segundo velo estaba la parte del Tabernáculo llamada el Lugar santísimo.” (Hebreos 9:3 RVR95)
Pero cuando el Señor Jesús muere en la cruz, pasa lo que nadie en la tierra y la historia pudo imaginarse, que había sido profetizado y el cual esta descrito en los evangelios de la siguiente manera:
“Entonces el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo.” (Marcos 15:38 RVR95)
“El sol se oscureció y el velo del Templo se rasgó por la mitad.” (Lucas 23:45 RVR95)
El evangelio de Mateo nos da más deliciosos detalles de este inolvidable evento, leamos lo que dice en el capítulo 27:
“Entonces Jesús, clamando otra vez a gran voz, exhaló el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, y la tierra tembló y las rocas se partieron; y los sepulcros se abrieron, y los cuerpos de muchos santos que habían dormido resucitaron…” (Mateo 27:50-52 LBLA)
¿Se ha preguntado porque se rasgó de arriba hacia abajo el velo en el templo? ¿Del cielo a la tierra? Porque en ese preciso momento mientras ocurría un eclipse, había oscuridad en la tierra dice la palabra de Dios. Entonces allí, paso lo que nadie pudo sospechar, ya no había impedimento para que usted o yo nos viéramos cara a cara con Dios. Antes de Jesús se necesitaba un sacerdote para que sirviera como intermediario, pero entonces, a partir de este momento podemos cerrar los ojos en cualquier lugar del mundo y sabemos, porque somos sus hijos y Jehová nuestro Padre, que allí estamos juntos. Que en el espíritu estoy en Su presencia, que me puedo deleitar en él.
El velo se rasgó de arriba hacia abajo porque allí empezaba una nueva era para el ser humano, para poder comunicarnos con libertad con muestro buen padre, ya no había intermediarios. Ahora solo somos nosotros, absolutamente humanos y él, el gran salvador, nuestro salvador. Ahora tenemos y gozamos de una comunicación directa y eterna con el creador del mundo. ¿La estamos aprovechando? ¿Sabemos el privilegio que tenemos? ¿Aún estamos usando intermediarios como en los tiempos antiguos?
Oro a mi buen Padre porque cada día gocemos y disfrutemos del privilegio de tener una relación con él. Te pido Dios que nos des tiempos junto a ti en los que sintamos el privilegio de estar contigo cara a cara mientras oramos. En el nombre de Jesús, ¡Amen!
TASR – Casa de Refugio
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