Mateo 4:1-4: “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”
Este quizás es uno de los pasajes más conocidos, nuestro Campeón, nuestro Maestro, El Señor Jesucristo venciendo cada una de las tentaciones que el diablo le colocó. Hubo algo clave que usó Jesús para vencer al enemigo y sus artimañas, y es que la estrategia del diablo fue ofrecer opciones llamativas que, en apariencia, eran más atractivas que la realidad terrenal que estaba viviendo Jesús, pero El Señor supo elegir porque tenía claro cuáles eran sus prioridades. Echémosle una mirada a la realidad que vivía Jesús, y las alternativas que el diablo le ofrecía.
Primer cara a cara: Jesús en ese momento era cien por ciento humano y cien por ciento Dios, había invertido cuarenta días ayunando, buscando la presencia de Dios, estaba enfocado, y el diablo le ofreció comida, la cual es una tentación muy lógica para alguien que ha ayunado cuarenta días, pero Jesús sabía que ese no era momento de comer aún, esto lo iba a distraer de estar conectado con Dios, porque estaría dándole prioridad al deseo de la carne sobre el deseo del Espíritu, y es allí donde citando la palabra desecha aquella tentación, dándole prioridad a su relación con El Padre y la importancia de la palabra en dicha relación. Así también nosotros debemos permanecer, enfocados en El Padre, eligiendo dar prioridad a los deseos del Espíritu sobre los de la carne, si guardamos este orden de prioridades no nos vamos a distraer.
El Señor le dio sopa y seco al enemigo porque le hizo ver no sólo a él, sino a todos los que seríamos testigos de ese episodio de su vida, de que la palabra de Dios es fundamental para mantenernos firmes en Él, y la misma Biblia dice en Mateo 24:35: “El cielo y la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán”, es decir que Su palabra, la cual es la que produce la fe en nosotros (Romanos 10:17), siempre permanecerá, y ponerla por obra nos convierte en hacedores de la voluntad de Dios, y esto nos hace permanecer, tal como lo dice la Biblia en 1 Juan 2:17: “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”
Seamos sabios para elegir nuestras prioridades, si nuestra realidad nos mantiene enfocados, cerca de Dios, buscando su presencia y haciendo su voluntad, entonces no dejemos que otras cosas nos distraigan y nos desenfoquen, la carne con sus deseos siempre querrá apartarnos del enfoque a Dios, el enemigo lo sabe y siempre intentará atacarnos por allí, si lo hizo con Jesús, el Hijo unigénito de Dios, con nosotros lo intentará, y es allí donde elegimos darle prioridad al Señor y a los deseos del Espíritu para elegirlo a Él, esa es la mejor elección.
Si nuestra realidad actual nos tiene apartados de Dios, entonces volvamos al Padre, tomemos la palabra de Dios, la cual nos da vida y la autoridad para cambiar una realidad de desenfoque de Dios para enfocarnos en Él.
Nuestra elección de prioridades determinará el camino que tomemos, decidamos una vida de cara al Señor y elijamos a Jesús, porque es Él quien ha prometido darnos vida y vida en abundancia, salvación, vida eterna y un amor que ni la vida y ni la muerte puede separarnos de él, y porque El mismo, su presencia en nuestras vidas, es la bendición más grande que podamos tener.
Dicho esto, ya sabemos qué elegir como prioridad correcta, ¿no?
Devocionales Refúgiate en Su Palabra – Casa de Refugio (JENM)
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