Mateo 4:8-11 RVR95: “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: -Todo esto te daré, si postrado me adoras. Entonces Jesús le dijo: -Vete, Satanás, porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.” El diablo entonces lo dejó; y vinieron ángeles y lo servían.”
Nuestro Campeón, Señor y Salvador, Jesucristo, es tentado por tercera vez por el diablo con un ataque directo al orgullo, a la necesidad de ser aceptado, a la sed de poder y de “prosperidad”.
El diablo ya había intentado tentar a Jesús atacando los apetitos físicos de la carne en primera instancia, luego usando la distracción y tergiversación de la palabra, y ya Jesús en ambas situaciones lo venció con sólidos argumentos de la palabra de Dios, argumentos que aún están vigentes, “porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo.” (2da Corintios 10:4-5 RVR95).
Jesús la tenía clara, Él es Rey de reyes y Señor de señores, no necesitaba que el enemigo le diera títulos de rey. De igual manera, Jesús sabe que la prosperidad a la que da prioridad no es una abundancia en lo material, sino en lo espiritual, de allí que enMateo 6:19-21, el Maestro nos enseña que no hagamos tesoros en la tierra donde la polilla y el orín lo corrompen y los ladrones lo roban, sino que hagamos tesoros en el Cielo, donde no pueden ser ni robados, ni corrompidos, y son esos dones eternos, aquellos que Dios reparte a través del Espíritu Santo para ponerlos a trabajar en beneficio de los demás y que también serán de bendición para nuestra vida.
Trayendo estas verdades de la persona de Jesús a nuestra vida vemos que, si Él es Rey de reyes y Señor de señores y nosotros somos coherederos con Cristo (Romanos 8:17), él nos proveerá conforme a sus riquezas, que no sólo se limitan a un provisión material o económica, sino que es integral, incluyendo la llenura espiritual, emocional, mental, sanidad física, pero sobre todo, algo que sólo Él puede proveer: la salvación. Así vemos la diferencia entre la limitada “prosperidad” que ofrece el diablo y la verdadera prosperidad que nos da El Señor.
El enemigo fue astuto, sabía que el mensaje del evangelio no sería muy popular en varias esferas de la sociedad porque sería rechazado, tal como pasó entre los escribas y fariseos, de allí que este nuevo ataque frontal del enemigo también iba hacia la necesidad de aceptación, pero Jesús la tenía clara, tal como lo describe el apóstol Pablo en Romanos 12:2, su mente no estaba amoldada a los principios de este mundo, sino alineada conforme a la voluntad del Padre. El ser humano tiene una necesidad innata de ser aceptado, pero qué mejor aceptación que el amor dado por Dios, que echa fuera todo temor, que nos equipa para cumplir sus propósitos, dándonos toda buena dádiva y don perfecto (Santiago 1:17), que nos ayudan a hacer esas buenas obras que Él ha puesto de antemano para que anduviésemos en ellas (Efesios 2:10), ¿no es esta la mejor aceptación en amor que podemos tener? ¡Claro que sí, Aleluya!
Al final el enemigo tuvo que irse con el rabo entre las patas y llegaron ángeles para servir al Maestro, a nuestro Campeón, nuestro Abogado. Así también, nosotros tendremos esas victorias ante el enemigo, porque si nos sometemos a Dios y resistimos al diablo, él huirá de nosotros (Santiago 4:7) y así como El Señor honró a su Hijo cuando aquellos ángeles le aparecieron para servirle, así también nosotros seremos honrados por Dios (¡qué privilegio!) si nosotros le honramos, porque El Señor honra a quienes le honran (1 Samuel 2:30).
Devocionales Refúgiate en Su Palabra – Casa de Refugio (JENM)
Leave a Reply