En Común Acuerdo

Oración pidiendo la victoria. Salmos 20:1-9 LBLA: “Que el Señor te responda en el día de la angustia. Que el nombre del Dios de Jacob te ponga en alto. Que desde el santuario te envíe ayuda, y desde Sión te sostenga. Que se acuerde de todas tus ofrendas, y halle aceptable tu holocausto. (Selah) Que te conceda el deseo de tu corazón, y cumpla todos tus anhelos. Nosotros cantaremos con gozo por tu victoria, y en el nombre de nuestro Dios alzaremos bandera. Que el Señor cumpla todas tus peticiones. Ahora sé que el Señor salva a su ungido; le responderá desde su santo cielo, con la potencia salvadora de su diestra. Algunos confían en carros, y otros en caballos; mas nosotros en el nombre del Señor nuestro Dios confiaremos. Ellos se doblegaron y cayeron; pero nosotros nos hemos levantado y nos mantenemos en pie. ¡Salva, oh Señor! Que el Rey nos responda el día que clamemos.”

Esta oración nos enseña una de las razones por las que Dios afirma que David es un hombre conforme a su corazón. Un verdadero adorador tiene la visión correcta de sus batallas porque puede discernir a través de los ojos de la fe, de dónde viene el sustento para su victoria.

Desde un sentido estricto de la gramática podría decir que empecé el devocional con el final, con su conclusión, pero luego entendí la razón de esto y es que ese es el sentido de este salmo. El final de la historia, el ganador de la batalla ya se da por sentado en toda esta oración. Sin embargo, su intención es mostrarnos que los actos proféticos (guiados por Dios) que hacemos hoy determinan la victoria del mañana.

Lo primero que podemos ver, es el papel determinante que cumple la ORACIÓN ESTRATÉGICA; es decir, aquella que busca alcanzar un propósito determinado, en este caso la victoria ante los enemigos. Pero el salmo, no inicia con David clamando por ayuda, ni siquiera inicia con sus palabras, sino con la intercesión de su pueblo por él; por eso no es casualidad que veamos un Selah justo allí, una invitación a hacernos varias preguntas, pensar en un porqué, para qué, qué, cómo y quién. Entonces, ¿hacia dónde nos lleva esto a nosotros hoy?, hacia un principio básico, es que nuestra oración no es la primera en ser levantada hacia Dios por nosotros, sino que hay alguien que ya intercedió por nosotros, se llama Jesús (Romanos 8:34; 2 Timoteo 2:5), nuestro mejor mediador ante el Padre. Por tanto, qué debo hacer, PONERME DE ACUERDO con él, ir en el mismo sentido de su oración por mí. La mejor estrategia para vencer a mis enemigos es preguntar primero, ¿Jesús, qué estás orando por mí para este asunto?, y rogar que podamos estar en acuerdo con él.

Es posible que aquí pensemos, bueno, ¿debo esperar escuchar una voz del cielo que me hable audiblemente?, no necesariamente, aunque no es imposible. No obstante, la misma palabra de Dios nos da la respuesta, esa es una experiencia extraordinaria, ahí está su voz. Para esto, te invito a leer nuevamente el salmo pensado que desde el verso 1 hasta el 5, Jesús está orando por ti ante el Padre, y lo siguiente serán tus palabras de respuesta.     

Ahora bien, en esta intercesión hay un sentido específico: “Que se acuerde de todas tus ofrendas, y halle aceptable tu holocausto”. ¿Por qué hablas de holocausto Jesús?, ¿¡qué estás orando si lo que yo necesito es fortaleza, es sabiduría, es templanza, es firmeza y vencer el temor para mi victoria!?

En la antigüedad antes de la batalla, los reyes ofrecían sacrificios de cuya aceptación venía la victoria. La intercesión de Jesús enfatiza nuestra necesidad de morir, la ofrenda que se quema en el altar como holocausto, somos nosotros y todo lo que eso conlleva (orgullo, títulos, carácter, etc.). Si no muero, me rindo, crucifico mi yo, mi carne, no estoy en COMÚN ACUERDO con Jesús y para eso necesito fe y arrepentimiento (Gálatas 2:20).

Aceptar, en hebreo significa: “transformar en cenizas”. Esa es la prueba de la aceptación que está pidiendo Jesús, por ti y por mí, que no quede NADA de nosotros, de ese pecado, mas todo de él, porque él cambia las cenizas por el esplendor de su gloria. Sólo así, nuestra confianza estará en el lugar y en quien debe estar, por eso dice David, “¡Ahora sé!”; entonces, leamos con entendimiento y convicción los versos 6 al 9.

¿Cómo cambia todo verdad?, viendo la batalla con los lentes de un corazón conforme al corazón de Dios, el corazón de un verdadero adorador.

Jesús, puestos de acuerdo contigo decimos también: “De oídas te conocía, mas ahora mis ojos te ven. Por eso me aborrezco y me arrepiento en polvo y ceniza.” (Job 42:5-6 RVR95).

Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (KM)

#Mimetaescuidar

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