En la tormenta, Él es la calma

Marcos 6:46-52 RVR1960: “En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar; y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra. Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles. Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron; porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban. Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones”.

Muchas veces nos encontramos como los discípulos, en una tormenta y con miedo; ese miedo que nos paraliza y nos nubla la mente y la visión. ¿Te has sentido así alguna vez?

Los discípulos estaban obedeciendo la instrucción dada por Jesús, venían de ver un milagro asombroso, habían pasado un momento especial donde lo habían oído y lo habían visto alimentar a cientos de personas con muy poco, sabían que Jesús era Dios y a su lado todo era mejor, pero esta vez, solos, debían atravesar el mar y llegar a la otra orilla. Venían con la mente enredada, aun sin entender lo que había pasado horas antes. De repente los sorprende una tormenta que los saca de su comodidad y los prueba a seguir, y cumplir con la dirección que se les había dado. Ellos estaban en la lucha, remaban fatigados para salir de esa situación; su cuerpo, su mente y su espíritu, estaban en el momento, en el problema, en sus propias fuerzas, las cuales sabemos se agotan y no siempre salen en victoria.

En cambio Jesús, decidió apartarse y subir al monte a orar, quizás a interceder porque sus discípulos pasaran la prueba que venía. Él habita en las alturas y puede ver nuestras tormentas, nuestras luchas y cómo las afrontamos, Él ve nuestro esfuerzo para atravesar y llegar a la otra orilla, Él siempre está atento para llegar en el momento oportuno, no antes ni después, pero somos nosotros los que, a pesar de conocerlo, en esos momentos NO LE RECONOCEMOS y por el contrario, nos asustamos con su presencia.

Jesús siempre está atento para ayudarnos y nos enseña a confiar en Él. 1ra de Juan 4:18 nos dice que: “el perfecto amor hecha fuera el temor”. El amor de Dios trae paz, su presencia tiene el poder de calmar las aguas y las tormentas de nuestra vida.

Oremos que el Espíritu Santo nos haga entender las palabras que Jesús le dijo a los apóstoles y que hoy nos las dice a nosotros, pidámosle sabiduría para reconocerlo aun en tiempo de angustia. “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!”. Vivamos en gozo y agradecidos con nuestro Dios haciendo lo que nos manda en fe y confianza, que todo tiene un propósito y todo será siempre para nuestro bien si le amamos. Después de la tormenta siempre llega la calma. Sigamos avanzando en el camino de la fe.

Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (PG)

#mimetaesanimar

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